La perfidia de Mariano Grondona
Cosme Beccar Varela
LBM #214
09/08/2001
"Corruptio optimi, pessimum". El adagio latino me vino a la memoria cuando leí el artículo de Mariano Grondona sobre la “clonación" publicado esta mañana en "La Nación" (9/8/2001).
Dice todo lo contrario, y con numerosas características de perfidia, de lo que escribí ayer en este diario sobre el mismo tema.
La perfidia es deslealtad, quebrantamiento de la fe debida. Grondona fué seminarista, es decir, tuvo vocación sacerdotal o creyó tenerla. Por lo tanto, en alguno momento fué católico hasta el punto de tomar la generosa decisión de entregar su vida al servicio de Dios y de las almas en el sacerdocio.
Pero dejó de serlo. No sé en qué momento se produjo, pues nunca explicitó su apostasía y con su apostasía "in pectore", juega con el claro-oscuro de sus ambigüedades.
Y se beneficia con aquel recuerdo que mucha gente conserva de su antigua lealtad por la fe porque le da un aura de confiabilidad y de buenas tendencias.
Pero su posición ideológica actual está en las antípodas de la fe. Mezcla de liberal, sofista, agnóstico y maquiavelista, usa esas ideas (porque ellas se dejan usar, al ser todas falsas) para lucrar, y lucra sirviendo el cinismo del "establishment" político y empresario.
Conserva de sus años de seminario una caricatura de gestos de unción y revuelo de ademanes, más algunos recuerdos de la buena filosofía, del griego y del latín. Con todo eso hace una ensalada expositiva que el vulgo de los "cultos" absorbe con fruición, aunque cada vez menos. Y una cara impertérrita le ayuda a sostener las mayores audacias y caer en las más estridentes contradicciones, todo ello con suficiencia, sin sonrojarse y sin que se le mueva un músculo.
Sus programas en la televisión han servido y sirven de plataforma de lanzamiento para muchas malas causas y para difundir ejemplos negativos. Con la excusa de "informar", desinforma y con su aire de predicador, promueve cualquier desvío moral que le parezca que dará "rating" a su programa cimentando su fama de Gran Escéptico y de “politically correct".
La terrible sentencia de Nuestro Señor Jesucristo contra los que dan escándalo, le es totalmente indiferente. El se proclama dueño de su conciencia, pero no en el sentido recto de ser responsable de sus actos, sino por creerse el único autor de sus reglas de conducta. Por lo tanto, a nadie debe responder y tal vez piense que el mismo Dios -si es que todavía cree en El- lo juzgará en función de las reglas que él mismo se fabricó.
Por eso, cuando dá escándalo, es decir, cuando actúa en su labor periodística de tal modo que induce a los buenos hacia el mal o derrumba las barreras morales que los defienden de éste, no parece tener ningún remordimiento. Sereno y suave, impulsa errores y desvíos morales con la misma tranquilidad con que recomendaría a un nietito lavarse las manos para comer o no pisar el cantero de flores de su abuela.
Ahora ha publicado este artículo en el que defiende, a la Grondona, la "clonación".
No necesito demostrar por qué la "clonación" es un horror. Me remito a mi artículo de ayer. Apenas diré cual es el método pérfido con el que éste mercader de las ideas lo propicia.
No dice: "Clonar está bien". Si lo hiciera abiertamente abriría una brecha en su fama de cristiano. Insinúa que oponerse a la “clonación" está mal, y muy mal, y farisaicamente se pregunta (muriéndose de ganas de afirmarlo) si la prohibición del Congreso de los EEUU a toda "clonación" no será un "regreso a la Edad Media".
En esa pregunta mendaz y sinuosa hay una biblioteca de ataques a la Iglesia Católica, a las tradiciones de la civilización cristiana y a las más elementales verdades históricas.
La Edad Media es, para el "pensamiento único" del que Grondona es pontífice, la suma y cúmulo de todos los horrores, obscurantismos, supersticiones, ignorancias y crímenes. Por supuesto que omite decir que en esa Edad se fundaron las Universidades, se crearon los estilos románico y gótico, se abolió la esclavitud y se hicieron muchos otros progresos en la cultura, las artes y las ciencias.
Luego, sostiene gratuitamente (pero como nadie puede responderle por el mismo diario y con el mismo destaque, su embuste corre escaso riesgo de ser puesto al descubierto), que la "clonación" permitiría un gran avance a la ciencia médica.
Vale la pena transcribir el texto en que ensalza la "clonación", porque es típico del estilo de este plumífero:
"En los procedimientos de fertiliozación 'in vitro', queda un sobrante de embriones sin utilizar. ¿Qué se debería hacer con ellos? ¿Destruirlos, guardarlos o multiplicarlos al infinito gracias a la clonación? A partir de los embriones y sus clones, sería posible diseñar tejidos que el cuerpo del enfermo de donde salieron no rechazaría facilitándose los trasplantes. Podrían desarrollarse órganos sanos para sustituir órganos enfermos, Podrían investigarse los nuevos remedios ya no en ratones sino en auténticos tejidos humanos. Las posibilidades médicas de la clonación de embriones humanos son prácticamente ilimitadas".
No podía inventarse más ni mejor para intentar justificar la satánica propuesta de los "clonadores". Por supuessto, nada de todo eso tiene el más mínimo asidero ni en la ciencia, ni en la filosofía ni menos aún en la fe. Pero no importa: el caudaloso río de aguas servidas grondoniano dá para todo.
Con tesis como esa hubiera podido ser designado por Hitler para comandar los experimentos humanos horrorosos que se hacían en los campos de concentración nazis.
Y para terminar, después de una nueva pincelada de alquitrán sobre la "derecha religiosa" que habría inspirado el rechazo del Congreso de los EEUU a la "clonación" dice:
"El hombre según esta visión, no debe traicionar a su naturaleza. ¿Pero acaso la tiene? Los animales obedecen a su naturaleza a través del instinto. Según la tesis del pensador alemán Hans Blumenberg en sus trabajos sobre el mito, sin embargo, el hombre nació cuando, habiéndose quedado sin el bosque protector donde era un mono entre los demás, fué arrojado a la llanura donde el instinto que había acumulado durante millones de años ya no le sirvió. ¿Qué hizo entonces? Se puso a pensar.
"Logró que la cultura reemplazara al instinto a partir de los mitos que inventó para aliviar la angustia existencial que le generó haber sido expulsado del bosque o 'paraíso' primordial para quedar enfrentado al 'absolutismo de la realidad'. Dejó de evolucionar 'físicamente' como lo seguían haciendo las demás especies para evolucionar históricamente. Cuando el hombre se hizo hombre, según esta tesis, quedó exclusivamente a cargo de su propio ingenio. Desde entonces, sólo será lo que él haga de sí mismo. Su 'naturaleza' es no tenerla".
No sería raro que el Sr. Blumenberg no exista y que haya sido inventado por Grondona para poner en boca de otro lo que él piensa pero no se anima a decir. Si existiera, carece de autoridad porque la cantidad de imbecilidades que pudo acumular bajo su desconocida firma es tal que no vale ni el papel en que están escritas.
Pero Grondona consigue su efecto de negar la Creación, al hombre, y a su naturaleza, inventar un bosque, una expulsión (¿por quién? ¿por los otros monos?), una llanura donde el instinto de los monos no sirve y una capacidad de pensar que sale de la nada por obra de la sola voluntad de un mono de crearla, etc.etc., negar todo eso, sin que se pueda decir que la negó.
Recursos bajos, recursos grondonianos. Síntoma de la profunda decadencia argentina.