Educación o muerte

Cosme Beccar Varela
LBM #59
21/12/2000


No falta mucho para que los adolescentes que hoy están en el colegio secundario lleguen a la edad de votar para elegir Presidente, gobernadores, diputados y tal vez ocupen cargos en el gobierno o escriban en diarios o hagan negocios.

    Los adultos que ahora hacen todas esas cosas son el resultado de la educación que han recibido sobre la cual han agregado otros aportes personales, fruto de su propia índole y de sus propias virtudes o de sus vicios.

    Bien sabemos lo que es la Argentina de hoy y lo que es su generación activa: una calamidad. Y esto es asi, fundamentalmente, porque ha sido educada en forma calamitosa.

    No se les ha enseñado a amar la verdad y el bien, ni a pensar correctamente; no han aprendido la historia real; no tienen claras las normas morales, ni el motivo por el cual deben ser cumplidas.

    Por el contrario, la enseñanza que han recibido los ha convencido de que la verdad no existe; que cada uno tiene "su verdad"; que lo que importa es el éxito individual y propio y que valen todos los medios para alcanzarlo, a condición de que uno tenga cuidado de no ir preso; que la libertad de gozar es un bien superior a cualquier deber u obligación; que el dinero es la base de todo y quienes lo tienen en abundancia son unos "ídolos", modelos de vida; que los deberes para con el prójimo se cumplen diciendo dos o tres frases como "no hay que discriminar", "seamos solidarios", "hay que comprender a los demás", "lo escucho", etc.

    Las obras de beneficencia, en general, no son fruto de la caridad, sino que son un placer social o una forma de "snobismo", ocasiones para lucirse o maneras de hacerse perdonar el turbio origen de la propia fortuna.

    A todo esto, se puede agregar un cierto barniz religioso totalmente chirle o con un cierto resentimiento social, que fué suministrado por una gran parte del clero.

    Ese clero hace rato que había enterrado la luz y escondido las perlas preciosas de la doctrina católica y se manejaba con una cantidad de slogans insuficientes para construir una religiosidad profunda ni una cultura.

    El vacío que esto ha causado es tanto más horroroso cuanto es sabido que sin religión, no hay moral que se sostenga, y sin moral, no hay civilización, ni buen gobierno, ni economía sana. Todo arranca de ahi.

    Dom Chautard decía: "A un sacerdote santo, corresponde un pueblo bueno; a un sacerdote bueno, corresponde un pueblo canalla". No dijo qué pueblo corresponde a un sacerdote canalla, pero lo estamos aprendiendo a nuestra propia y carísima costa.

    ¿Cómo será la Argentina del año 2025, cuando esta generación sea reemplazada por la que ahora está en los colegios secundarios?

    Si las cosas siguen como van, puedo decir sin temor a errar, que estaremos mucho peor.

    Es imposible que estemos mejor si se considera que en los colegios secundarios de hoy reina el caos, los directores y profesores les temen a los alumnos y éstos hacen lo que se les dá la gana. Como nunca se les dá la gana aprender ni obedecer, no están aprendiendo nada y están desarrollando una personalidad sin moral.

    Hace poco un alumno de Olavarría mató de una puñalada "trapera" a una profesora porque lo había reprobado en un examen; en Lomas de Zamora dos cursos enteros entraron en una lucha campal entre sí, bajo el liderazgo de los peores de entre ellos y destrozaron el colegio; un alumno de un colegio de Misiones le pegó una trompada a un profesor; una alumna de Corrientes quedó embarazada y hubo un movimiento general de padres, periodismo y gobierno, para obligar al colegio a mantenerla en el curso (parece que es común entre las chicas de los últimos años del secundario tener relaciones extramatrimoniales); ningún profesor es respetado y todos son tratados alguna vez por lo menos, con insultos soeces, escupidas, amenazas y silbidos; los alumnos vienen a clase vestidos de cualquier manera, se sientan o se repantingan, según les parezca, oyen o no oyen la clase, hablan entre sí, interrumpen, salen y entran en cualquier momento y tienen en jaque al profesor, que les teme. Vendedores de drogas, a la vuelta de la esquina y aún dentro del colegio, van consiguiendo cada día más adictos.

    En ese maremagnum desordenado, los alumnos que son buenos, desamparados de sus mayores, son oprimidos por los peores que dominan a los demás y reciben una mala influencia que termina por minar su buena índole.

    Todo esto, alentado por las opiniones del "fubista" Andrés Delich, ¡que es nada menos que viceministro de Educación! (ver "Clarín", 21/12/2000).

    A lo cual cabe agregar que el clero de ahora no es ni una pizca mejor que el de hace 30 o 40 años, cuando se "educó" la actual generación que es responsable del desastre argentino de hoy.

    Tiene otro estilo, pero la misma falta de celo por la Verdad y el Bien. Sigue sumergiendo a sus feligreses en un caldo de religiosidad chirle y si bien no predica la lucha de clases, tampoco defiende una justa armonía de clases. Y de cultura católica, parece no saber ni de qué se trata.

    Frente a este panorama, ¿cree Ud., lector, que he sido excesivamente pesimista al decir que la Argentina en el año 2025 estará peor que ahora?

    La solución es empezar a educar como se debe. Modestísimamente, con un alcance casi imperceptible y en una dosis infinitesimal, es lo que trato de hacer con estas "botellas": transmitir a quien quiera leerlas, la enseñanza que recibí (esa sí verdadera, gracias a Dios), resistiendo y combatiendo contra la deformación oficial, recogiendo aquí y allá los frutos dispersos del gran árbol de la Cristiandad y atesorándolos en la cabeza y en el corazón como el más precioso bien de mi vida.

    Pero el problema no se resuelve con "La botella al mar". Es necesario que toda la educación en el país, la privada y la pública (incluyendo a la TV que es una medio masivo de educación o de deformación), se dedique realmente a educar. Y lo importante en este asunto no son los fondos que se destinen a eso, sino los contenidos de la enseñanza y los maestros que la imparten.

    Es claro que mientras el gobierno considere que Juri y Delich son los hombres indicados para esta tarea, cualquier esperanza de mejora es una utopía, una quimera, una ilusión.

    Vamos, pues, estúpida e inexorablemente, rumbo al abismo del 2025.

    Por lo menos, querido lector, y eso sí está en su mano, trate Ud. de que sus hijos no sean atrapados por el Sistema Nacional de Envilecimiento que son actualmente nuestras escuelas secundarias oficiales. Y las privadas, salvo excepciones, van en la misma onda.

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