La generación perdida

Cosme Beccar Varela
LBM #43
27/11/2000


En una de sus más recientes operaciones de promoción (que vulgarmente se denominan "bombo" y cuando es en interés propio, "autobombo"), "La Nación" de hoy dedica un largo artículo a "El nuevo perfil de los intelectuales del país". Los intelectuales elegidos por el diario son personas de 30 a 40 años entre las cuales, el doctorado "en las universidades más prestigiosas (Harvard, Oxford o la Sorbona) es moneda corriente".

    Uno podría preguntarse por qué "La Nación" eligió a estas personas y no a otras para consagrarles un título de primera plana y una página haciéndolas pasar del anonimato a la fama en un instante. Pero este no es el tema de este artículo sino comentar una frase que uno de ellos, Martin Bohmer, dijo:

    "Mi generación es la que sigue a la generación perdida".

    En un primer momento pensé que se refería a toda mi generación pues somos, realmente, una generación frustrada. Pero después me dí cuenta que debía leer la frase en clave de izquierda porque "La Nación" nunca hubiera lanzado al estrellato de ese modo a un personaje que no hablara en esa clave sobre ciertos temas básicos. Estos jóvenes mimados del "establihment", aunque sean postmodernos de la globalización ultracapitalista, tengan becas en Harvard, Oxford, Cambridge o en la Sorbonne, manejen automóviles modernos, veraneen en lugares de moda y les encante vivir bien, adhieren al Pensamiento único nacional, que es de izquierda en ciertos asuntos entre los cuales se encuentra la solidaridad con los "militantes" desaparecidos durante la década del 70 (ver "Constitución sincera...." nro 18 de "La botella al mar").

    Sin perjuicio de volver sobre el tema, que es tentador, quisiera tomar la frase en el sentido que la entendí primero y explicar por qué mi generación es una generación perdida, que se perdió para sí misma y para el servicio del país.

    Estábamos en el colegio o en el primer año de la Facultad en 1955 que fué de una gran movilización contra Perón. La dictadura había rebajado todas las cosas; la corrupción generalizada en el poder, la demagogia igualitaria, la falta de libertad fueron sus características, para culminar con el ataque a la Iglesia, que fué su gran error.

    Los que en ese momento éramos "teenagers", nos fogueamos en la lucha contra el tirano, hicimos manifestaciones callejeras, imprimimos y repartimos panfletos y contribuimos a crear el clima preparatorio de la Revolución Libertadora.

    Cuando triunfó la Revolución y cayó Perón, sufrimos nuestra primera frustración. No se renovó la política, los jóvenes no fuimos motivados para hacer valer nuestras ideas, fuimos testigos de un golpe palaciego contra el héroe de la Revolución Libertadora, el Gral Lonardi, quién, por otro lado, no tuvo tiempo para, ni tal vez supo cómo, abrir oportunidades a la juventud. Los dirigentes más bien católicos que habían combatido contra Perón, no supieron tampoco convocar a sus bases jóvenes, que eran numerosas, y se dedicaron a hacer política con los peronistas vencidos en la Revolución. Los jóvenes católicos nos quedamos sin tarea y sin guía.

    Frondizi, un radical, fué electo en 1957 mediante un pacto con Perón. Este hecho fué escandaloso porque mantuvo la influencia política del ex-dictador. Era evidente que la clase política argentina había frustrado su posibilidad de abrir una nueva instancia histórica.

    No se trataba de perseguir a los votantes de Perón. Eran compatriotas equivocados pero, en parte, su error era explicable por los vicios de la vieja política representada en la Unión Democrática de 1945 (radicales, democrata-nacionales, comunistas, socialistas, etc). Y eran católicos que abandonaron a Perón cuando éste atacó a la Iglesia. Había una base sólida para trabajar. La juventud católica hubiera tenido un papel en esa tarea. No se le dió ninguna. Frondizi, además, mostró su simpatía por el régimen castrista y se asoció al gran capitalismo aplicando un plan económico que fué precursor del que hoy nos aflige.

    El golpe militar que lo derrocó en 1962 fué una reiteración del golpe palaciego de Noviembre de 1955. Con argumentos anticomunistas y antiperonistas, volvieron a reimplantar la dominación de los viejos políticos cuyas características principales son la falta de ideas y la adoración de ciertos ídolos laicos, la carencia de honradez intelectual y de la otra, y una gran mediocridad. No tenían ninguna de las condiciones requeridas para unir al país en la procura de un gran proyecto. Huelga decir que bajo ese régimen, con Guido a la cabeza, el país siguió en la misma chatura.

    En 1963 fué electo Illía, un médico radical de Cruz del Eje. Casi hasta el día de la elección, los dirigentes políticos frondicistas, varios nacionalistas, los conservadores populares y muchos otros, negociaron con Perón para que los señalara como su candidato.…ste los engañó a todos para terminar ordenando el voto en blanco, lo cual benefició al radicalismo.

    Como puede imaginarse el lector, el clima político no podía ser más rastrero. Perón, derrocado por tirano y perseguidor de la Iglesia, influía cada vez más en la política argentina, mientras vivía como un "pashá" en Madrid. Y la dominación del partido radical era como una lápida para cualquier aspiración de renovación política. Los comités invadieron los cargos. La izquierda intelectual se sentía a sus anchas y haciendo madurar sus tiempos. ¿Qué podía esperar un joven argentino que no fuera radical ni peronista? Nada. ¿Cómo podía para dar curso a sus aspiraciones por un país mejor, por un diálogo elevado, por una legítima actuación pública? De ninguna manera.

    A Illia lo volteó el golpe de Onganía, en 1966. Este pretendió instalar en el país una falsa paz basada en la supresión de todo pensamiento político que no fuera el de él y de sus amigos. Como sus ideas políticas eran limitadísimas y las de sus amigos, diversas, dentro de una misma mediocridad y como pretendió suprimir los partidos sin dar ninguna alternativa que no fuera él, la persona de él y sólo la persona de él, la cosa no podía ser más frustrante.

    Los negocios iban bien; resurgió el plan empresarial con nuevos ímpetus. La economía empezó a andar bien, pero los espíritus andaban mal. La izquierda seguía dominando las Universidades. El clero del "tercer mundo" le envenenaba la cabeza a los jóvenes idealistas que se acercaban a él. El otro clero, no hacía nada o le guiñaba el ojo a los tercermundistas.

    El joven argentino que no era radical, ni peronista, ni estaba de acuerdo en que la Argentina fuera un enorme cuartel dedicado a producir y a obedecer a Onganía ¿que podía hacer? La gente no estaba dispuesta a escuchar a ningún "agorero" que le hablara de ideales en medio de la prosperidad. Sin apoyos de ninguna clase, ese joven sólo podía hacer críticas que caían en el vacío.

    Estalló el "cordobazo", Onganía cayó y fué substituido por Lanusse quién reabrió negociaciones con Perón para quedarse como Presidente, pero electo en votación general. Mientras hacía estas negociaciones, Lanusse propiciaba formas de pensamiento favorables a un retorno peronista y al "derrumbe de barreras ideológicas" iniciado por Nixon y Kissinger a nivel mundial. Esto alentó a la izquierda. La ciega política "lanussista" terminó con el retorno de Perón y su elección para la presidencia, con Isabel Martinez de vice.

    Los terroristas montoneros, creados por un sacerdote tercermundista, el Padre Carbone, habían contribuido decisivamente para este retorno. Su golpe de más horror fué el alevoso asesinato del Gral. Aramburu. Luego siguieron otros. Perón, una vez en el poder, absorbió a los de actuación montonera menos notorios en las estructuras de gobierno. Entre estos estaba Menem. Mientras tanto el gran histrión armaba una escena de ruptura con "los jóvenes imberbes" en la Plaza de Mayo. Otras estructuras terroristas actuaban simultáneamente y todos ellos apoyados desde Cuba. Era una avalancha del crimen.

    El joven argentino patriota con ideales de orden, enemigo de las tiranías de izquierda y de la dictadura oportunista y corruptora de aquellas fuerzas armadas, no tenía lugar alguno para desarrollar su personalidad. Hasta la oposición se había plegado a esta nueva ola de peronismo. El pacto Perón-Balbin fué una prueba más de lo poco que se podía esperar del radicalismo.

    Isabel, la ex-bailarina de Panamá, ocupó el sillón de Rivadavia al morir Perón. Hasta ésta humillación tuvimos que aceptar los argentinos. Fué derrocada por el golpe militar de 1976. El terrorismo que había sido usado para traer a Perón, fué usado también para dar pié a ese nuevo golpe militar.

    Luego de un extraño ataque a un cuartel, el Gral. Videla tomó el poder, pero el gobierno lo tomó Martinez de Hoz y su equipo de jóvenes exitosos para poner nuevamente en practica el viejo plan de la "Argentina-como-negocio".

    Nuevamente se apagaron las esperanzas. El terror venía no solamente de abajo, de las organizaciones de izquierda (peronistas y no-peronistas), sino también del Estado, que usó un sistema de represión inaceptable. En vez de perseguir a los criminales, juzgarlos conforme a derecho y castigarlos, se dió carta blanca a la persecución de simples sospechosos tratados como culpables sin juicio previo y sin oportunidad de defensa. Y las penas eran aplicadas a simples sospechosos (muchos de ellos inocentes) por innumerables verdugos autorizados, actuando en forma clandestina.

    Mientras tanto, el gobierno militar apoyaba a la Rusia soviética, sancionada por su invasión de Afganistán, y contribuía con su voto decisivo en la OEA a la instalación del régimen sandinista en Nicaragua. Los intelectuales de izquierda, las cabezas del movimiento que los militares decían combatir, gozaban de dorados exilios o no eran molestados. ¿Que podían hacer aquellos jóvenes que quería una Argentina inteligente y justa? Nada, y todavía debían temer ser envueltos en alguna represión de aquellas, totalmente injustificada, simplemente por demostrar su disgusto con la situación del país...

    Y asi aquellos jóvenes dejaron de ser jóvenes y ya hombres maduros, sufrieron la misma frustración: cae el gobierno de las FFAA, envuelto en su propia inepcia e injusticia y acepta como heredero al radical de izquierda Alfonsin, al que siguió la "década infame" de Menem y ahora, la Argentina quebrada y vencida de De la Rúa.

    ¡Pobre generación perdida, la de los jóvenes que empezaron en 1955 luchando por ideales que no son de izquierda, que no quemaron incienso a los ídolos de la partidocracia, que no se plegaron a la fiesta de la "Argentina-como-negocio"!

    La generación antecesora de estos nuevos "intelectuales" consagrados por "La Nación", en realidad, nunca dejó de tener poder y oportunidades. La "intelligentsia" de izquierda, con amplias complicidades y apoyos internacionales, nunca dejó de estar en el candelero y de tener amplia repercusión en la prensa, editores y puestos bien rentados. Por eso, es dudoso que puedan llamarla "generación perdida". Sus hijos estudiaron en Oxford, Harvard y en la Sorbonne, son profesores, escritores "best sellers". Otros son millonarios y "yuppies" o funcionarios del gobierno actual o de los anteriores.

    La generación perdida es la nuestra y la Argentina ha perdido también. Y nuestros hijos no fueron ni a Oxford, ni a Harvard, ni a la Sorbonne ni los promueve "La Nación".

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