El odio mal disimulado al catolicismo aparee en la prensa llamada "libre"

Cosme Beccar Varela 
LBM #204 
26/07/2001 



Hay momentos en que la saña de la llamada "prensa libre" contra el pensamiento católico se hace más notable, y es cuando le dan ancho espacio a los anticatólicos declarados.

"La Nación" es EL diario exclusivo de las señoras y señores del Barrio Norte, y barrios similares, que van a misa. Todo su contacto con la vida pública es a través de las páginas de ese matutino.

Sería lógico que sus directores tuvieran una posición católica o, al menos, imparcial, y que dieran cabida en sus páginas a quienes piensan con buena filosofía, sentido común y hasta conforme a los principios del catolicismo.

No digo que "La Nación" se convierta en una hoja confesional. Su militancia liberal no se lo permite. Pero sí digo que un diario "liberal", si ese nombre quiere decir algo, debería ser imparcial. Y si alguna benevolencia tuviera, debería dirigirse hacia el catolicismo, por fidelidad a la mayoría de sus lectores.

Lo que no es admisible y roza con lo deshonesto, es que finja ser imparcial y no lo sea, y que no lo sea de una manera subrepticia que daña las almas sin que éstas lo perciban y, de vez en cuando, publique un brulote anticatólico como si fuera una risotada del infierno.

Son estos momentos, los del brulote, en que se nota más la saña que decía en el primer párrafo de este artículo.

Estas reflexiones vienen a cuento porque el diario de Mitre publicó en la sección "Enfoques" del domingo 22/7/2001, un artículo de un mejicano llamado Carlos Fuentes que, como bien dice Monseñor Aguer en su carta de lectores de hoy, 26/7/2001, es un panfleto carbonario furiosamente anticatólico.

Muy buena la carta del Arzobispo de La Plata. La recomiendo a los lectores de esta "Botella".

La publicación de ese artículo es inexplicable a no ser que se la considere a la luz de lo que decía al principio: la dirección del matutino tiene posición tomada contra el catolicismo y si no se nota más es porque debe disimular ante sus lectores que son mayoritariamente católicos.

Porque, ¿qué necesidad había de ofender de esa manera a la Santa Iglesia? ¿Quién es el Sr. Fuentes? Ni siquiera puede decirse que se buscó una pluma famosa y que los exabruptos del escritor no son responsabilidad del diario.

El Sr. Fuentes es un ilustre desconocido y un gran ignorante porque su artículo está plagado de errores históricos y le hago el favor de creer que son cometidos por ignorancia y no por mala fé, porque si fuera esto último no serían errores, sino mentiras.

Si bien el tema es el casamiento contrario a las leyes canónicas del presidente mejicano, el articulista se dedica a atacar violentamente a la Iglesia; nos informa que él es agnóstico; acusa de tener una "mentalidad intolerante, dogmática e hipocrita" a los prelados mejicanos que censuraron dicho casamiento; de un plumazo descalifica al pueblo mejicano, que luchó en la guerra "cristera", presentándolo como un miserable servidor de la "soberbia clerical"; considera que los mejicanos que se opusieron al aborto cometieron un "acto máximo de represión"; por censurar a la "minifalda" dice que incurrieron en "moralina" y de paso hace un chiste de pésimo gusto y de ninguna gracia:"no usaréis minifalda si podéis usar sotanas"(??); dice que el Vaticano es "una organización oportunista y cínica que sólo trata con quienes, como el propio Vaticano, carecen de fe"; califica de "acrobacias de Juan Pablo II" su beatificación "de Juan XXIII junto con el peor de los papas, Pio IX", etc. etc.

La furia con Pio IX es porque este gran Papa promulgó el "Syllabus" carta magna del apostolado de la Iglesia en el mundo configurado por el liberalismo, condenado por ese Papa.

Y la furia de este mejicano desmejicanizado contra los heroicos "cristeros" es porque éstos estuvieron a punto de derrotar a los gobiernos masónicos de Calles y Portes Gil, perseguidores de la Iglesia sólidamente apoyados por los EEUU.

La guerra cristera, que duró desde 1926 a 1929 fué, sin duda alguna, la mayor gesta de los pueblos hispanoamericanos de todos los tiempos.

En la década de 1920, los presidentes mejicanos surgidos de la revolución socialista que implantó la Constitución de Querétaro en 1917, trataron de aplastar a la Iglesia y de arrancar la fe del corazón de los mejicanos.

En 1926, el Presidente Calles, sucesor del Gral. Obregón, empezó a aplicar las cláusulas violentamente anticatólicas de esa Constitución. Expulsó sacerdotes del territorio, cerró iglesias, se incautó de colegios religiosos, mató y encarceló fieles que lo resistieron.

Como consecuencia de esta persecución abierta, los jóvenes mejicanos, agrupados en la Asociación Católica de la Juventud Mejicana (ACJM), se movilizaron. Fueron peseguidos, encarcelados y sus sedes destruidas. Pero ellos no cejaron y su heroísmo terminó por encender la lucha de todo el pueblo contra la tiranía de Calles y sus cómplices.

Los tiranos los llamaban "cristeros", en son de burla, pero los héroes aceptaron el nombre con orgullo porque la palabra tenía a Cristo como raíz etimológica.

Fueron tres años de guerra del pueblo católico mejicano contra el ejército federal armado por los EEUU. En ella cayeron miles de mártires cuyo recuerdo me emociona y admira más allá de lo que puedo decir en estas breves líneas.

Cuando los "cristeros" estaban a punto de vencer, a pesar de todo, las traiciones y las cobardías más insospechadas les arrancaron la victoria.

Pero quedó para siempre el ejemplo de la gesta que ellos realizaron. Y ningún carbonario insolente es digno de mencionarlos, a no ser con profundo respeto y sin faltar a la verdad, que es todo lo contrario de lo que ha hecho el Sr. Fuentes en las páginas de "La Nación".

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