Teatro en el Senado como en el teatro: todos fingen y el país se hunde

Cosme Beccar Varela 
LBM #206 
30/07/2001 



La política mal entendida, es decir, la que se hace en nuestro país, es un teatro permanente. Los políticos son artistas que representan un papel. Todos representan todos los papeles según las circunstancias lo exijan, aunque algunos tengan más inclinación por los personajes bufos, como Ruckauf; o por los pantragüélicos, como Colombo; o por los truculentos, como Cavallo, etc.

Eso no quiere decir que lo que ocurre en el teatro político sea un mero entretenimiento inofensivo. En ese tablado, todos nos jugamos la vida, la de nuestros hijos, parientes, amigos y conciudadanos.

Detrás de cada escena hay una intención muy real y concreta, un objetivo que los comediantes, los empresarios y los "metteurs en scene" se proponen. Ese objetivo es siempre, matemáticamente siempre, una ventaja para la "troupe" teatral y nunca, matemáticamente nunca, un bien para los argentinos.

Si el efecto buscado no se logra como ellos quieren, el libreto puede incluir asesinatos en los que la sangre no es salsa de tomate, o bien asaltos, en los que las armas no son de utilería ni el botín son alhajas de "bijouterie", u otras violencias.

Lo peor es que las víctimas de esas escenas de "reality show" son elegidas entre el público que no tiene ningún otro papel en el escenario que el de ir al matadero.

La asistencia al espectáculo no es optativa. Todos debemos mirar la representación nos guste o no nos guste. Y si Ud. responde: "Yo no leo los diarios ni miro noticieros en la TV. A mi no me llega!", le diré que se equivoca: Ud. está en la Sala, con los ojos cerrados, pero está, y puede ser elegido como víctima, al igual que cualquier otro.

Otra característica de este infernal espectáculo consiste en que la entrada es cara, carísima. Y a un precio siempre creciente. En un teatro común, Ud. compra la entrada y asiste. Y eso es todo lo que le cuesta.

En este teatro político no. Aquí Ud. paga al entrar, paga durante la representación y nunca sabe cuánto va a tener que pagar ni cuando lo dejarán retirarse.

Si Ud. se quiere escapar, será detenido por los fornidos acomodadores que lo acusarán de "evasor", seá conducido a una prisión de máxima seguridad donde deberá oir los moralizantes discursos de los reeducadores del sistema que lo cubrirán de injurias por atreverse a eludir el cobro incesante de su billete de ingreso. Después, el reeducador hará lo contrario de lo que le predicó, pero nadie le dice nada.

Todo esto tiene un agravante: en cada escena hay que descifrar qué está pasando realmente, qué quiere decir aquel palabrerío y aquellos gestos, para saber cómo defenderse del "reality show" que viene entrelazado en el libreto y en el que Ud. es inexorablemente la víctima.

* * * 

Estas reflexiones vienen a cuento porque acabamos de asistir al Acto II del drama denominado "Deficit Cero". Es el acto en el cual el gobierno finge, y los banqueros fingen, y los senadores fingen, y todos fingen que el proyecto de Cavallo de reducir jubilaciones, sueldos y créditos contra el Estado en general, dependía de la aprobación del Senado.

Idas y venidas, intrigas y contraintrigas, agitación de Colombo, enigmas de Alfonsin, reticencias de los peronistas, muecas de Cavallo, noticias de Wall Street, exigencias de los banqueros, suspenso en los diarios, etc. etc. Todo eso ha llenado las noticias durante los últimos siete días sin razón confesada alguna. "Confesada" digo, porque debe haber una razón inconfesada para todo ese ajetreo, ya que estos personajes no dan nunca puntada sin hilo.

Digo que no era necesaria la aprobación del Senado si consideramos el estado actual del Derecho en nuestro país, o sea, un estado de distorsión, de burla, de desconocimiento, de falsificación y de subversión del orden jerárquico constitucional entre leyes y decretos.

Si debiésemos juzgar el caso a la luz de los criterios tradicionales, lo que quiere hacer Cavallo y se ha corporizado en el Decreto 896/2001, es imposible, con o sin ley del Congreso. Ni siquiera por ley del Congreso podría convalidarse el desconocimiento de los derechos adquiridos por los jubilados y el de los empleados públicos.

Ni puede invocarse "emergencia nacional" para hacer estas reducciones unilaterales, porque el Estado no ha agotado otros medios no lesivos de los derechos alimentarios para reducir el deficit tales como los que propuse en mi artículo del nro. 194 de este diario.

Aún en la emergencia hay prioridades que deben atenderse y una de ellas es la superviviencia de los jubilados y de los empleados. Los empleados públicos no son todos iguales: a los vagos, coimeros y que maltratan al público no hay que reducirles el sueldo: hay que despedirlos. Y a los buenos empleados no se les debe disminuir su salario el que dependen para vivir.

El decreto 896/01 expone en sus "Considerandos" los fundamentos legales de la enormidad intentada. Esa exposición confirma lo que digo: hay 4 leyes y tres fallos de la Corte Suprema citados que convalidan la filosofía del "vale todo" en que se ha embarcado el Poder Ejecutivo Nacional desde los tiempos de Alfonsín, pasando por la década infame menemista y llegando a este momento en que el Congreso, sin que se arredraran sus repúblicos, aprobó las facultades extraordinarias pedidas por Cavallo como condición para reiniciar su labor de destrucción del país desde el Ministerio de Economía (ley 25.414).

No. No hacía falta la aprobación del Senado con la dramaticidad que le confirieron al trámite los políticos hasta el punto en que se daba a entender que si no se daba, el plan "deficit cero" se iba a las ortigas y el país caía en cesación de pagos.

El mismo Cavallo lo dijo hace unos días: "Es importante que el Senado nos apoye y tenemos confianza de que será así, pero el ajuste ya está siendo implementado". ("Clarín", 27/7/2001, pag. 8).

O sea, el actor principal de este drama dijo claramente que todo lo que estaba ocurriendo en el Senado era superfluo. ¿Por qué entonces ese "show", del que participaron el instigador de suicidios de magistrados correntinos, Mestre, el Sigfrido argentino, Colombo, además del polivalente Ingeniero Gallo desde un palco, como si asistieran a un debate del Senado romano en el que Cicerón ocupara la tibuna?

No es porque el gobierno tema cometer una inconstitucionalidad más. ¿Qué le hace "una raya más al tigre"? Este y los gobiernos anteriores viven cómodamente instalados en la ilegalidad; ellos han dilapidado el Tesoro público violando todas las leyes humanas y divinas para traernos a esta situación ¿y ahora les entran pruritos legalistas, poniendo a todo el mundo en ascuas?

No. No es lógico. ¿Cual es, entonces la razón de todo esto? Puede ser una maniobra distractiva para que la atención no se fije en la crisis, que es muchísimo más grave de lo que se da a entender. Pueden ser mezquindades de políticos que quieren comprometer a todos en el crimen. Puede ser una excusa para el fracaso del gobierno que se acerca inexorablmente, para mal de todo el país. Puede ser una escenificación para ocultar un vergonzoso toma y daca con que los políticos suelen resolver sus diferencias de intereses.

Puede ser cualquier cosa, menos lo que parece en esta farsa política entre mediocres injustos sin que nosotros, desde el llano, podamos hacer otra cosa que conjeturar mientras esperamos los garrotazos.

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