"La Nación", que lástima

Cosme Beccar Varela
LBM #28
1/11/2000


Carta abierta al Dr. José Claudio Escribano, Sub-Director de "La Nación"

Buenos Aires, 1 de Noviembre del 2000

De mi consideración:

    Ud. ha cambiado mucho. Cuando lo conocí, hace de esto más de 30 años. Ud. ya ocupaba una posición importante en "La Nación". Me acuerdo que una vez, durante una de mis polémicas en defensa de los principios que abrazaba, necesité publicar una "carta de lectores" para restablecer la verdad acerca de algún asunto. Lo llamé por teléfono: "Por favor Dr. Escribano, le ruego la pronta publicación de esta carta pues el asunto es muy importante". Ud. me respondió que no necesitaba pedir por favor: Tiene derecho a esa publicación. Palabras más o menos, este fué el diálogo por el cual siempre le estuve agradecido.

    Luego, hubo otra ocasión en la que necesité nuevamente la urgente publicación de una "carta de lectores", en defensa de mi honor gravemente amenazado por la insidia de un calumniador apoyado por un Juez prevaricador, y Ud. respondió nuevamente de la misma forma pues dió cabida a mi carta al día siguiente.

    Entre estas dos ocasiones no hablamos sino muy pocas veces. Poco tiempo después, Miguel Torres Duggan, brillante director de la página de 9 en la antigua diagramación del diario, me publicaba casi un artículo por mes, durante aproximadamente un año, hasta 1995.

    Desde que "La Nación" cambió de dueños, Ud. ha sido promovido a Sub-Director y escribe frecuentemente artículos de primera página sobre asuntos de actualidad que son como una editorial paralela del diario.

    Desde ese momento, de esto hace unos 5 años, su trato ha cambiado gradual y radicalmente. En ese lapso, mis artículos en la página 9 fueron suprimidos, mis cartas de lectores dejaron de ser publicadas (salvo casos excepcionales y luego de agotadoras insistencias) y mis intentos de hablar con Ud. fueron casi siempre fallidos.

    Al leer ayer (31/10/2000) su artículo de primera página, primera columna, ángulo superior derecho, creo comprender que Ud. ha radicalizado su posición ideológica y tal vez sea ésta la razón por la cual ya no puede tolerar ni dar cabida a opiniones distintas de la suya.

    En ese artículo, que se titula "Tomás Moro, santo de los políticos y gobernantes", Ud. escribe sobre el gran Canciller inglés, Santo Tomás Moro, con una tal incomprensión del personaje y de su sacrificio y con una tal mezcla de asuntos inconexos, que al leerlo, me he quedado atónito.

    Dice Ud: "Moro fué un auténtico humanista, que no creía en las verdades abstractas, sino en las que tienen al hombre, criatura de Dios, como medida de todas las cosas."

    Perdón, Dr. Escribano, ¿piensa Ud. que Santo Tomás Moro no tenía noción ("creer" es otra cosa, es un acto de fé) del Ser, ni de la Belleza, ni del Bien, ni del conocimiento intelectual en general, ideas todas estas abstractas? ¿Piensa que Santo Tomás era un humanista sin comprensión de las verdades abstractas, o sea, que concebía al hombre apenas como una anatomía palpable con una actuación puramente orgánica? ¿Supone que el gran santo cometía el error de pensar que el hombre era la medida de todas las cosas, incluyendo a Dios, y para peor, una medida concreta y material puesto que, según Ud., no aceptaba ninguna verdad abstracta?

    Dice Ud: "Si bien Moro, que había sido lord Canciller, murió por sus principios, no llegó al patíbulo como un tonto sino como alguien que, aunque sin éxito, es cierto, supo hasta donde tensar conjuntamente las cuerdas de la temeridad y la inteligencia. Consecuentemente la política está requerida de seres moralmente sólidos pero eficaces."

    ¿Qué quiso decir con esto? ¿Quiso decir que el que muere por sus principios, pero no sabe "tensar conjuntamente las cuerdas de la temeridad y de la inteligencia" muere como un tonto? (Nota: temeridad es una palabra que designa el pecado contra la virtud de valentía que se comete por incurrir irracionalmente en riesgos excesivos e innecesarios). Si es eso, habría que preguntarle a Ud. cuántos mártires de los miles que venera la Iglesia en los altares fueron unos "tontos" porque murieron sin saber tensar esas cuerdas suyas "conjuntamente". ¿Cómo debieron "tensar" esas cuerdas los que murieron en el Coliseo de la Roma pagana por no haber querido quemar unos pocos gramos de incienso en el altar del Cesar?

    Por los comentarios sobre el éxito y la moral que contiene su frase, parecería que Ud. considera que la moral que no tiene éxito, es una estupidez. O sea, tal vez Ud. propicie una moral del éxito. ¿Maquiavelo?

    Más adelante Ud. recuerda que Santo Tomás era juzgado por no querer firmar el acta en que todos los lores consintieron el divorcio de Enrique VIII y transcribe un fragmento de la historia del juicio al que fué sometido: "Moro que en el fondo quería salvar su cabeza, contesta con palabras que confirieron celebridad a su genio: "El que calla otorga"...La lucha de Moro fué una lección constante por el valor de las palabras. Con sólo cuatro -el que calla otorga- hizo historia".

    Ud. olvidó dar la explicación de esa frase. En su relato parecería que Moro abjuró de sus principios para salvarse pretendiendo que su silencio fuera interpretado como un consentimiento con el divorcio y la supremacía religiosa del rey. Y no fué asi de ninguna manera, pues de ser asi no hubiera sido mártir ni habría sido canonizado. El asunto merece una pequeña exposición de derecho que no cabe en esta carta. Pero en pocas palabras, lo que dijo Santo Tomás era un argumento "ad hominem", usando las mismas palabras de los jueces para probar su injusticia, su falacia y su venalidad.

    Y por cierto, no son esas cuatro palabras "y sólo cuatro" -como Ud. dice- las que definen a Santo Tomás Moro en la Historia, sino su defensa de la fe, de la indisolubilidad del matrimonio, de la supremacía del orden espiritual sobre el temporal y del Papa sobre los reyes, todo lo cual, rubricó con años de cárcel y con su sangre.

    Para terminar, y viendo que cierra su artículo con un elogio del humor, adjunto un ejemplar de mi "Constitución Sincera de la Nación Argentina" que creo habrá de interesarle.

    En recuerdo de nuestra buena relación de hace 30 años, le saludo cordialmente


P.D.: Esta carta será publicada en mi periódico de Internet La Botella al Mar ya que supongo que Ud. no habrá de publicarla en "La Nación".

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