¿Qué espera De la Rúa para destituir a Mestre?

Cosme Beccar Varela
LBM #55
14/12/2000


"Corrientes: otro juez se suicidó tras su despido".

    Asi titulaba "La Nación" su noticia del 13/12/2000 sobre el suicidio del Dr. Gustavo Adolfo Dacunda, de 50 años, ex-juez de la Cámara del Crimen, "víctima de un profundo estado depresivo originado" en su destitución por el interventor de la Provincia, Ramón Mestre.

    En "La botella al mar" (Nro. 48, del 4/12//2000) acusaba a Mestre de arbitrariedad en la destitución de otro Juez, el Dr. Rubén Eduardo Verón, de Paso de los Libres, el cual fué defendido por los vecinos de la ciudad en un petitorio subscripto por 5.000 firmas y por el Colegio de Abogados del lugar, el cual hizo saber que se trataba de un excelente magistrado y que su destitución no se justificaba de ninguna manera.

    Hice allí una serie de consideraciones sobre la falta de respeto por el derecho y la dureza tiránica de este fracasado gobernador de Córdoba que fué nombrado por De la Rúa como interventor de Corrientes, a poco de asumir.

    Debo ahora reiterarlas y ratificarlas al saber que con el suicidio del Dr. Dacunda, ya son tres los magistrados que se han quitado la vida a causa de la depresión producida por su injustificada destitución por Mestre. Los otros dos son el Dr. Horacio Silvestri, ex-Juez de la misma Cámara y el Dr. Alberto Cúneo, fiscal de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas.

    ¿Cómo es posible que el democrático presidente De la Rúa, tan reposado, tan moderado, tan de su casa, tan de misa dominical, no haya destituido hace mucho a este salvaje interventor, que no respeta a nada ni a nadie, ni trepida en cometer los mayores atropellos?

    Es que, a veces, los moderados son feroces. Con su apariencia de bonhomía, su hablar bajito, sus gestos lentos y ampulosos, sus palabras eufemísticas y su abundante uso de circunloquios, parecen tener un corazón de miel, compasivo y respetuoso, cuando en realidad son capaces de enormes indiferencias ante el mal ajeno.

    El interventor Mestre depende del Presidente de la República. Sus injusticias son públicas y notorias a toda la nación. El Presidente no puede ser indiferente ni lavarse las manos: debe destituir a Mestre de inmediato e indemnizar a las viudas y huérfanos de estos infelices funcionarios. Y debe revisar todas las destituciones cometidas por Mestre para reponer en sus cargos a todos aquellos que hayan sido removidos sin causa.

    Además, debe hacer responsable a Mestre por los daños y perjuicios causados.

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