Sacrificio de una madre

Cosme Beccar Varela
LMB #30
6/11/2000



Durante toda la primera mitad de esta año 2000, Fidel Castro, el sangriento tirano de Cuba, se empeñó en secuestrar al niñito Elian González. Su madre lo había sacado de la desgraciada isla para preservarlo del sistema de corrupción de la niñez que alli impera. La valiente mujer murió en el intento, pero lo que es más grave, es que su sacrificio fue, aparentemente inútil ("aparentemente", digo, y luego explicaré por qué).

    El oportunista padre del niño (separado hacía rato de la madre, vuelto a casar y con una cara muy expresiva de su verdadera índole) se prestó a la parodia lacrimosa del tirano para secuestrar al niño y con violencia, amenazas, sofismas y engaños, lograron enviarlo a Cuba.

    Los sofismas estuvieron a cargo de la prensa y de ciertos "católicos" y "conservadores" occidentales quienes alegaban que debía prevalecer la voluntad del padre (aunque fuera obviamente un entregador), que la patria potestad es sagrada, que la unidad de la familia, etc, etc.. Para eso, cerraban los ojos a la evidencia legal que prueba que en Cuba sólo el Estado ejerce la patria potestad y se apodera de los niños para pervertirlos sistemáticamente. Hasta la revista derechista "Fuerza Nueva", de Madrid, para mi gran desconcierto, tomó esta posición inadmisible y miope (nro. 1234, 31/7/2000).

    La violencia y las amenazas estuvieron a cargo del gobierno norteamericano. Mandó tropas que sacaron al niño por la fuerza de la casa de su valiente tío y de su madre adoptiva, una joven y maternal prima a quien el niño se aferraba como a su madre adoptiva, y lo depositaron en la mansión que funcionó como una especie de campo de concentración comunista de oro en pleno Washington mientras duró el proceso de su extradición a Cuba.

    Los engaños, a cargo de Castro y sus multitudes regimentadas.

    La ejecución del crimen, a cargo del Departamento de Inmigración de los EEUU y del Tribunal de Apelaciones de Atlanta, que se empeñaron con argucias y chicanas contra el inocente niño.

    Hoy nada se sabe de Elián ni del proceso de "lavado de cerebro" al que está siendo sometido. Sólo se ven algunas fotos de la propaganda castrista en que, para la ocasión, lo muestran rodeado de otros niños bien vestidos. Pero no pueden ocultar el aire de desconcierto que puede verse en el rostro de esos inocentes fotografiados para un fin que no alcanzan a comprender, pero del que desconfían.

    Mil veces malvado Fidel Castro: has incurrido en aquella maldición que Nuestro Señor Jesucristo lanzó contra los hombres como tú: "Al que escandalice a alguno de estos pequeños que creen en Mi, más le valdría que le ataran una piedra de molino al cuello y ser arrojado al mar" (S. Marcos, 18,42). En grados diversos, en igual maldición han incurrido todos los que te ayudaron en este crimen, en la medida en que fueron plenamente conscientes de lo que estaba en juego, o sea, el alma de ese niño.

    Por eso decía más arriba que el sacrificio de la madre ha sido inútil sólo en la apariencia, porque en un orden profundo de cosas, este crimen, uno más en el frondoso prontuario del tirano y de cada uno de sus secuaces es, sin embargo, un crimen especialmente grave porque trae consigo una maldición expresa - de las pocas-que profirió Nuestro Señor Jesucristo. El tirano ha caido víctima de su propio juego. Creo que su régimen tiene los días contados y ha sido una joven madre que murió en el mar del Caribe quien clavó ese dardo en su costado.

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