Una canallada

Cosme Beccar Varela
LBM #27
30/10/2000



La única fuerza moral que podría salvar al mundo es la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Podría, si quisieran sus dirigentes eclesiásticos. Pero no quieren. Está clarísimo.

    Como sabrán los lectores de esta "Botella" o pueden saberlo por poco que averigüen, este náufrago ha pasado toda su vida difundiendo los principios de la civilización cristiana, ha polemizado contra los que a ellos se oponen, ha fundado grupos e iniciativas para llevar esas ideas a la práctica y se ha ganado una cantidad no despreciable de enemigos por esa causa.

    Además, ha analizado la vida política y cultural, nacional e internacional, con el objeto de ver si quienes opinan o aplican ideas en esos ámbitos coinciden o se apartan de esos principios y si ayudan o perjudican el bien común. Porque hay que saber que ambas cosas van juntas: quien contradice aquellas ideas y actúa en consecuencia, perjudica al bien común y quien las acepta y las aplica -aunque no sea católico- contribuye a hacer felices a los pueblos.

    Una aclaración: el catolicismo es un inmenso mar de ideas de las que algunas son reveladas y otras son cognoscibles por la razón, el sentido común o la experiencia personal e histórica. Ellas no son "propiedad" del católico, como estúpidamente dicen algunos polemistas de mala fé ("Ud. se cree dueño de la verdad"). Por el contrario, el católico es esclavo de esas ideas, a las que no puede negar sin suicidarse intelectualmente y las sirve de la única manera en que pueden ser servidas, o sea, con ardor. Y eso, respecto de cualquiera cosa verdadera y relevante que sea negada, aunque fuera del más modesto nivel terrenal.

    Cual no sería mi sorpresa -aunque ya me creía curado de espanto- cuando leo en el "Clarin" de hoy (30/10/2000): "casi 500 personas (150 dirigentes políticos más unos 350 colaboradores) viajarán al Vaticano para participar el fin de semana próximo, junto a 9.000 colegas de todo el mundo, de un gesto de purificación religiosa: el Jubileo de los Políticos, que presidirá el Papa Juan Pablo II".

    La noticia agrega que "se efectuaron en el Congreso (argentino) audiencias públicas" para preparar el evento que girará en torno a tres temas: "libertad religiosa, la diginidad humana y la deuda externa".

    Como consecuencia de esa minuciosa preparación viajarán 150 "dirigentes políticos" entre los cuales se hallan "Eduardo Angeloz, Antonio Cafiero, María América Gonzalez, Alberto Tell, Hugo Toledo, Graciela Giannettasio, Silvia Martinez, Javier Meneghini, Jorge Obeid, Marcela Bordenave, Irma Parentella, Luis Casale y Juan Pablo Baylac", además de Mario Cafiero, presidente de la Comisión Bicameral Jubileo 2000.

    No se sabe qué es más escandaloso: la nocturnidad solapada con que el clero romano y el local organizaron este evento o el descaro insondable de los participantes, cuya obvia y única intención no es conmemorar los 2000 años del nacimiento de NSJesucristo sino hacer turismo en Europa y reirse a carcajadas de una cultura y de una civilización que no les importa un comino y que los partidos a los que ellos pertenecen, se dedican conciezudamente a demoler.

    Un Congreso así era una ocasión de oro para que el Pontificado diera un respaldo a los católicos del mundo que se interesan por la política y luchan sin medios y contra mil dificultades para mejorar la situación de sus pueblos; para que, reunidos en Roma, junto a San Pedro, pusiesen sus experiencias, sus reflexiones y sus proyectos sobre el tapete; para dar ocasión a que se les brindase audiencia universal en los medios de difusión, siempre avaros e insidiosos con ellos; para que el Papa les diese una orientación histórica en el umbral del siglo XXI, a la luz de los 300 años de doctrina social y política de la Iglesia; para que la Curia romana diese una lección a los Episcopados nacionales, oportunistas y acomodaticios, cuando no peor que eso, a fin de que pusiesen los medios a su alcance al servicio de una amplia convocatoria de los mejores en esta lucha desigual, en la que los malos tienen todo y los defensores de la buena causa, no tienen nada.

    No. No fué asi. Se organizó en silencio y en oculto; se centró la convocatoria en los partidos mayoritarios que tienen aprisionada a la Nación y oprimen al pueblo, mientras sus corifeos gozan de las prebendas del poder. Se aceptó que el distribuidor de invitaciones fuera Mario Cafiero y que las reuniones preparatorias fueran en el Congreso, sospechado de ser un nido de coimeros.

    ¿Qué es esto? ¿Qué queda?

    Concluyo este artículo renovando mi profesión de fé en la santidad de la Iglesia. Pero esta canallada no es cosa de la Iglesia. Ella es inocente y es la puerta del cielo. No hablemos más del asunto. Como los buenos hijos de Noé, bajemos la cortina de la tienda para no ver a nuestro padre beodo postrado en tierra.

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