2031 (IV)

Cosme Beccar Varela
LBM #126
1/4/2001



(EXPLICACIÓN: La situación política ha entrado en un período de transición en el que el personaje principal y más peligroso, ha escondido sus uñas.


La máquina de propaganda montada a su favor dice que, según las encuestas, un 58% de la población está de acuerdo con su nombramiento y con los poderes que le han dado.


Por supuesto, esa encuesta es interesada y amañanada. Pero es muy probable que la opinión pública se deje engañar por ella.


Menem ha reaparecido en escena con despliegues de desparpajo.


Alfonsín, circula por la Casa rosada con más cara fúnebre que nunca.


Todo está muy confuso como para interpretarlo hoy. Sigo entonces con la novela futurista "2031".)




Capítulo V


Esa tarde en la casa del "Jabalí" se habló mucho más de lo que relatamos en el capítulo anterior, pero no se decidió nada. Cuando el "Jabalí" vió que sus visitantes hablaban en serio, no quiso improvisar y les dijo que necesitaba un tiempo para pensar.


- ¿Cuándo quiere que volvamos a verlo, Sr. Vélez? -preguntó Alfredo.


- Dentro de una semana. Aquí tienen mi número de teléfono. Llámenme si tienen alguna novedad. Déjenme algún teléfono de Uds. - respondió el "Jabalí".


Dicho lo cual, todos se despidieron y el "Jabalí" se quedó solo.


Cuando los muchachos estuvieron en la calle, comentaron entusiasmados la reunión que acababan de tener.


- ¡Que interesante conversación! Este tipo no es ningún tarado. Sabe bien lo que dice y sabe más de lo que dice.


- Creo que ahora sí vamos a poder hacer algo que tenga un efecto de fondo.


- Me gustó cómo se enoja. Tiene sangre en las venas. Y odia a estos canallas igual que nosotros.


- Es maravilloso verse superado en combatividad. ¡Alguien que tiene guerra declarada contra la tiranía y que no está dispuesto a transar!


- ¡Eso sí que es bueno!


Y con el corazón alegre, comentando y exultantes, se dirigieron a la casa de Esteban Smith, adonde los esperaban los demás.


Luis no volvía a su casa desde la última refriega con los "cuervos". Ya le había informado su madre que unos agentes del CPD lo habían estado buscando y ella les dijo que estaba de viaje, en busca de trabajo. La CPD lo tenía "fichado" como refractario al régimen y cada vez que había algún problema, estaba en la lista de los que había que ubicar e investigar. Asi que dormía en las diferentes casas de sus amigos, por turnos. Esa noche dormiría en lo de Esteban.


* * *


El Ministro del Interior, con la aprobación del Delegado del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, había ordenado formar una brigada especial de agentes del Cuerpo de Pacificación Democrática (CPD) para investigar a fondo los incidentes ocurridos con los "cuervos".


El jefe de la brigada era el agente Aldo Kiss, conocido por su crueldad y su astucia. Se le dieron amplios poderes para matar, secuestrar y torturar sin necesidad de juicio ni otro trámite que su propia decisión. El único límite que se le había puesto era que sus acciones fueran ocultas y que no causaran problemas al CPD, ni al gobierno, ni a los Delegados.


Es de señalar que la miseria que reinaba en Platafácil estaba causando dos efectos simultáneos: por un lado, acobardaba a los que todavía tenían domicilio fijo porque tenían algo que cuidar y esperanzas de recuperarse y por el otro, desesperaba y tornaba audaces a los que vivían en la calle o en lugares públicos y no tenían nada que perder ni esperar. Éstos últimos eran millones y se sospechaba que algunos estaban coaligados en una especie de Corte de los Milagros, como la de la novela de Victor Hugo.


El gobierno tenía conciencia de esto y temía a los desesperados, los "hopeless", como los llamaban los Delegados de los Organismos Internacionales. Y no quería provocarlos innecesariamente. Lo que sí quería era desarticular su organización, si es que podía ubicarla. Sus integrantes la llamaban la Innominada (I) según pudo saberse por un borracho que amenazó a un agente del CPD con "la venganza de la Innominada".


El límite de los poderes de Kiss era, muy especialmente, no provocar a la Innominada. Además, Kiss la temía. Sabía que la muerte podía llegarle de manos del individuo más inexpresivo con el que se cruzara en la calle, de cualquier pordiosero, o borracho, o anciano, y en el momento más inesperado.


Kiss tenía todos los vicios. Era adulón con los superiores y despótico con los subordinados. Tenía una gran capacidad de disimulo y una paciencia de pescador. Mentía con total desparpajo. Lo único que no conseguía era hacer el papel de simpático, pues resultaba siniestro. Cuando sonreía era especialmente repugnante: parecía un sátiro endemoniado. Había matado tanta gente que ni se acordaba cuántos eran. Era el agente ideal del Cuerpo de Pacificación Democrática (CPD).


- Ud. debe encontrar a los tiradores del otro día frente a la "Corneta". Vea a los "cuervos" que fueron atacados por unos jóvenes, un día antes, junto a las "colas" de los "clasificados". Ellos los recuerdan bien. Deben ser los mismos que balearon a los que estaban frente a la "Corneta- le dijo el ministro, un verdadero canalla que había llegado a trepar hasta su cargo a fuerza de traiciones y deslealtades, súplicas, amenazas y sobornos.


Kiss averiguó todo lo que pudo hablando con los "cuervos" y trazó su plan de acción.



* * *


Finalmente, después de varios días de negarle permiso para buscar trabajo, el padre de Martita, Agustín Luppo, le dió permiso para hacer un nuevo intento.


- Pero no vayas a la salida de la imprenta de la "Corneta". Comprás el diario bien temprano en un kiosco y ahí ves lo que hay - le dijo su padre.


Martita salió antes del alba de su casa. Su padre la acompañó.


- ¡Papá! ¡Por favor! ¡Ni que tuviera cinco años! Yo sé bien lo que tengo que hacer. Si querés acompañame hasta la estación y después me arreglo sola -protestó Martita.


- No. Iré con vos. Después que decidas adonde irás, yo te seguiré a distancia. No te haré pasar vergüenza, no te preocupes. Yo sé que sos cuidadosa y que sabés defenderte. Pero no quiero que te vuelvan a molestar esos "cuervos".


- Papá, es absurdo. Si me molestan los "cuervos" no les haré caso. Pero si vos te metés, te van a matar. Son muchos. No tengas miedo. La Virgen me protegerá - respondió Martita.


El padre la acompañó hasta la estación y fingió que se volvía después que ella tomó el tren, pero él también subió algunos vagones más atrás.


Martita compró el diario, buscó en los "clasificados" algún pedido de empleados (que no eran muchos), eligió uno, fue al lugar y se puso en la "cola", que era larguísima cuando ella llegó, pues ya eran las 7 de la mañana.


No vió que su padre estaba en un bar a media cuadra, observando.


Al poco rato de estar en la cola, aparecieron los "cuervos" con sus ofertas siniestras. De pronto, vió que uno de los "cuervos", al pasar junto a uno de los postulantes que estaba dos lugares adelante, tuvo un movimiento de sobresalto y apresuró el paso; no le ofreció nada a ella ni a los otros dos que la separaban de aquel postulante y unos metros más allá habló en voz baja con uno de sus compinches, señalando a la persona en cuestión.


Ella lo miró detenidamente. Era un hombre joven, con bigote obscuro, gorra y anteojos. Parecía distraído. Prestó atención a lo que decían los "cuervos" que hablaban mirando hacia aquel joven. Sólo pudo oír las palabras finales: "Andá a buscarlo a Kiss".


Martita se dió cuenta que nada bueno le esperaba al otro de la "cola", así que decidió alertarlo. Salió de la fila y fingiendo que buscaba algo en el suelo le dijo al joven por lo bajo: "Esos "cuervos" te reconocieron. Fueron a buscar a un tal Kiss."


En el momento que decía esto lo miró, ella también reconoció al joven: era Luis Bravo, el que la había defendido hacía unos días. Se quedó muda de asombro y de admiración. ¡Aquel muchacho sí que era audaz! ¿Cómo se arriesgaba a ponerse en una "cola" después del incidente? De hecho, había sido una locura, porque se topó justamente con uno de los "cuervos" que lo vió en la refriega.


Martita volvió a su lugar de la fila y Luis salió caminando hacia la esquina. Kiss estaba en el mismo bar que Agustín Luppo. Los "cuervos" entraron y uno de ellos le informó:


- Jefe, ahí está el muchacho que le pegó el otro día a Tito.


Kiss se levantó como un resorte y salió del bar. Agustín Luppo había oído el mensaje y comprendió que aquel muchacho era el que había defendido a su hija y decidió actuar para protegerlo. No sabía cómo iba a hacer, porque estaba solo y sin armas, y además tenía que ocuparse de su hija. Pero no dudó un instante: su deber era ayudar a ese muchacho aunque tuviera que arriesgarse. Ya vería cómo hacía.


Por lo pronto, Luppo fué hacia donde estaba su hija y le dijo por lo bajo.


- Volvete a casa enseguida. Yo voy a ayudar a ese muchacho. ¿Hacia donde fue?


- Hacia aquella esquina -informó Martita rápidamente.


Martita quiso prevenir a su padre para que tuviera cuidado, pero no le dió tiempo a nada. Ya estaba varios metros más adelante.


Apenas dobló la esquina, Luis empezó a correr. Pensaba meterse en la primera boca de subterráneo que hubiera para desaparecer. Les llevaba por lo menos una cuadra a Kiss y sus secuaces porque que entre los "cuervos", ese día, había varios policías de la brigada especial del CPD.


Kiss subió a su auto con tres agentes.


- ¡Por allí, jefe! -le informó uno de los "cuervos".


Luppo no quería correr hasta no estar fuera de la vista de los "cuervos". Cuando los vió tomar el auto se angustió porque aquel muchacho, a pié, tenía pocas posibilidades de escapar.


En ese momento llegó a la esquina un auto de la Delegación Permanente de la Organización Mundial de la Salud, cuya tarea principal era difundir métodos anticonceptivos y facilitar abortos. Al volante iba un gordo blancuzco y mofletudo, con anteojos. Se detuvo al ver la agitación causada por el incidente. Para su desgracia, paró exactamente a un metro de Luppo, quien no dudó un instante: abrió la puerta del auto y desmayó al gordo de una terrible trompada. Luppo lo sacó del asiento, lo tiró a la calle y tomó el volante.


Salió velozmente atrás del auto de Kiss. Justo en el momento en que Kiss estaba por alcanzar a Luis que corría como un gamo, Luppo lo emparejó, giró súbitamente y empujó al auto Kiss contra un poste de luz. Kiss chocó de frente con gran violencia y los ocupantes del vehículo policial quedaron aturdidos.


- ¡Subí al auto, Luis! -le gritó Luppo poniéndose a la par del fugitivo.


No había tiempo para preguntas. Luis había visto cómo Luppo, con una hábil maniobra, había hecho estrellar a los policías, asi que no había dudas de que era un amigo. Subió al auto y Luppo partió a gran velocidad.


- ¡Gracias, amigo! ¿Quién es Ud.?


- Me llamo Agustín Luppo, soy el padre de Martita, una chica que vos defendiste de los "cuervos" hace unos días, en una "cola".


- ¡Ah! Sí, me acuerdo. Muchas gracias por esta mano que me dá ahora. Si no hubiera sido por Ud., me agarraban... Pero, ¿qué hacía Ud. aquí?


- Martita estaba en la "cola" y yo la estaba cuidando desde el bar de la esquina.


- ¡Ah! Entonces no me equivoqué. Ya me parecía que había sido ella la que me avisó que me habían reconocido. ¿Donde está ahora?


- Le dije, al pasar, que se fuera a casa. Y vos ¿por qué estabas en esa "cola"?


- Yo también necesito trabajo. Como ingeniero no consigo nada. Y esa "cola" era para cadete de una radio. Me pareció interesante estar cerca de un micrófono, aunque no lo pueda usar para decir unas cuantas verdades que habría que decir.


Una vez que estuvieron a unas veinte cuadras del lugar de los hechos, los dos nuevos amigos abandonaron el auto y entraron en una boca de "subte" y tomaron el que iba hacia la estación de trenes "Pacto de Olivos" (ex-Constitución). Hablaron bastante y como Luis le dijo que andaba "a salto de mata" desde el incidente en la "cola", Luppo decidió invitarlo a comer algo a su casa.

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