Bocas sucias

Cosme Beccar Varela
LBM #130
5/4/2001



Uno de los problemas que tengo para escribir los artículos que van en "La botella al mar" es contenerme de decir las cosas mucho más claras de lo que las digo. Y vea que en eso de hablar claro no creo ser uno de los últimos.


Con los personajes del sistema y los voceros de las ideologías e intereses que nos oprimen, ocurre lo mismo que con los bromistas consuetudinarios.


Estos suelen burlarse de todo y de todos, pero si uno llega a retrucarles con alguna ironía que los cala en un un punto sensible, se enfurecen y pierden totalmente el buen humor. Hay que soportarlos pero ellos no soportan nada.


Digo esto porque he leído hoy en el "Clarín" una columnita sobre el viaje presidencial a Roma en la que se nos informa que Antonio De la Rúa (el Oskar de nuestro Hindenburg, ver "Botella" nro.125) se agregó a la comitiva familiar del Presidente: "acaba de llegar, procedente de Miami, vía Madrid, donde hizo noche el martes".


Ya están allí los otros hijos, más unos amigos, todos ellos pasajeros del avión presidencial (ese Tango 1 que De la Rúa quería vender, pero que no vendió y usa al mejor estilo de Menem). De la Rúa está en uno de los Hoteles más importantes de Roma, el Flora de vía Veneto, junto a la entrada de los impresionantes jardines de Villa Borghese.


El niño Aíto (antiguamente, la servidumbre les decía "niños" a los hijos solteros de padres ricos y que vivían con éstos) se permitió hacer declaraciones en soez lunfardo que el diario reproduce "ipsis litteris" con desfachatez.


Lamento ensuciar las páginas de esta noble "Botella" transcribiendo la frase incluyendo la palabra, pero sólo insinuada: "Es una b... decir el Viejo está descansando. ¿Qué importa ahora su imagen si al país le va bien? Necesitaba un ministro al que se le creyera" ("Clarín", 5/4/2001, pag. 8)


Dejemos de lado el contenido de esta exclamación del niño Aíto (creo que sería mejor escribir "ahito", vista de la variedad y suma de satisfacciones que el mencionado niño, al igual que el niño Antonio, está teniendo como consecuencia de la inefable presidencia paterna; a costillas nuestras, claro está).


Es lógico que al niño Aíto le parezca que "al país le va bien", dado que a él le va bien, aunque a la mayoría del país le vaya mal. Pero es tan obvia la singularidad egocéntrica de su apreciación que debería haberse callado. Pero, ¿cómo se hace para pedirles discreción, y respeto por la desgracia ajena, a estos niños?


Sin embargo, no es el propósito de este artículo referirme a este aspecto de su ex abrupto, sino a la palabrota usada por el niño-presidente del Portal Educativo Nacional www.educ.ar, en el que su padre pone ojos tiernos y esperanzados porque cree que, gracias a él, el pueblo argentino será uno de los mejor educados de la Tierra.


Aíto es el presidente de la sociedad que edita ese portal inaugurado por De la Rúa con bombos y platillos en una ceremonia en la que Cavallo hizo su entrada en el "entourage" presidencial como miembro del Consejo directivo.


Recuérdela, estimado lector, porque antes de hacer algunas observaciones sobre la grosería en cuestión, quisiera traer a colación otro texto aparecido en el mismo diario.


En su edición del 3/4/2001 (pag. 8) aparece el aviso de una empresa comercial que, a guisa de publicidad, se permite dar opiniones políticas y hacer apreciaciones sobre la psicología del pueblo argentino en un lenguaje también soez, como el del niño Aíto.


El título del aviso es el siguiente: "¿Y si nos dejáramos de j...?"


En este caso no voy a analizar las opiniones políticas ni las apreciaciones psicológicas de los mercaderes en cuestión, porque no les reconozco posición en un debate sobre asuntos públicos. Para tenerla, es condición previa y sine qua non, el no abrigar propósitos comerciales al emitirlas.


El texto es del mismo estilo que el título y termina diciendo que son una agencia de publicidad cuya misión es saber lo que la gente piensa y ponerlo en palabras que todo el mundo entienda. O sea, quiere que si Ud. y yo, tuviéramos que hacer publicidad, recurramos a ellos y les paguemos sus servicios. O sea, es un aviso comercial descarnado.


Estos dos prototipos de expresiones soeces, la del Presidente del portal educ.ar, las de una agencia de publicidad y del diario "Clarín" que las reproduce, no son los únicos casos. Hay cientos de ellos, todos los días, en la televisión, en la radio, en los diarios, en las revistas, etc.


¿Qué quiere decir esto?


Quiere decir que hemos descendido un escalón más en nuestra rauda decadencia nacional. Y es un escalón abismal.


La palabra es un noble instrumento con el que expresamos nuestras ideas y nos relacionamos con los demás.


La "mala palabra" es un forma estúpidamente banal de decir algo que se podría decir en forma más inteligente y menos ordinaria. Ese tipo de palabras recurren a imágenes anatómicas o cloacales para expresar conceptos que nada tienen que ver con esas cosas.


Es propio de gente de baja o de escasa cultura, el usar palabras burdas, aunque no siempre soeces, y el tener un vocabulario pobre.


En una persona asi, se excusa lo que no se puede admitir en un niño de familia, o en una empresa comercial que hace publicidad, o en un diario, o en un locutor de radio o de TV. Porque se supone que a estas personas no les faltan medios para aprender el castellano y conocer, aunque más no fuera, someramente, la literatura de la propia lengua en cuyas fuentes podrán beber las cristalinas aguas del idioma.


Entre otras razones, porque lo que se publica, va al público, diría Perogrullo. Y éste se compone de señoras, señoritas, caballeros, niños (niños verdaderos e inocentes), niñas, ancianos, religiosos, adolescentes, educandos y demás personas que viven en sociedad y merecen ser respetadas por los que publican cosas.


Y como lo que se publica, contagia y es punto de referencia, la sociedad exige a esos comunicadores un nivel cultural superior al promedio, a fin de que contribuyan a elevarlo. Si es inferior a él, lo arrastran hacia abajo. Y eso es lo que ocurre con esta ola de procacidad que nos agrede.


Por las dudas a estos señores les falten palabras apropiadas para expresar sus calificaciones negativas, puedo proveerles algunas. Lo único que les pido a los infractores de que me quejo, es que no hagan como los bromistas consuetudinarios y se ofendan alegando que estoy pensando en ellos cuando las escribo. Mis motivaciones e intenciones son sólo de Dios y mías. No prejuzguen ni quieran leer mis pensamientos.


Para darle algún contexto a la pequeña lección de vituperios que pienso impartir en este artículo, imaginaré un diálogo entre dos personas que se reprochan recíprocamente algo.


"UNO: Vea Ud., pedazo de imbécil. Si tiene algo que decir, dígalo con propiedad. Es Ud. tan burdo que tal vez no pueda. Pero no me interesa. A los necios y a los sinvergüenzas, hay que llamarlos por su nombre.


"EL OTRO: Yo hago y digo lo que se me dá la gana y como me dé la gana. ¿Ud. se cree que es un sabio y que es mejor que yo? No es más que un presumido hueco y pedante. Le da rabia que yo sepa usar el lenguaje del pueblo porque Ud. no es capaz de hacerlo. Eso lo caracteriza como un hipócrita consumado. Váyase Ud. al diablo.


"UNO: ¡Con qué con esas tenemos! Además de soez y descarado, pretende disfrazarse de amigo del pueblo. Farsante desfachatado: Ud. no es amigo del pueblo: vive a costillas de él y ha lucrado a sus expensas. A fuerza de mentir y de estafar, ha desarrollado una lengua viperina, capaz de fingir cualquier papel que le sea útil. Rufíán, carne de prisión, renegado. Si soy o no soy sabio o pedante o hueco no es Ud. quién pueda juzgarlo porque le faltan los instrumentos básicos para hacer tales juicios. Es Ud. un asno (con perdón de ese noble animal) o más bien una víbora. Su ignorancia sólo está salpicada de unos pocos conocimientos de aquello que creyó útil para fabricar sus ardides defraudatorios. Su presencia ensucia el espacio y ofende la tierra que pisa.


"EL OTRO: ¡Botarate incorregible! ¿Hasta cuándo tendré que soportar las impertinencias que dice? Sus lecturas y discursos de aspirante frustrado a dar cátedras que nadie oye, le han sorbido el poco seso que tiene. No me impresionan sus bravatas, bufón de corte, adulón de patrioteros y chupacirios, esclavo y sirviente de amos que lo desprecian. Ud. es un mentecato pagado de sí mismo y no entiende ni el ABC de lo que yo me sé al dedillo: cómo se hace para tener éxito. Me voy porque no puedo soportar ni un segundo más sus graznidos de cuervo devorador de carroña. ¡Abur!"


Le pido disculpas, estimado lector, porque al terminar este pequeño "sketch" parabólico, me doy cuenta que, a causa de la necesidad de refrenar mis deseos de decirle unas cuantas verdades a más de uno y de verme obligado a usar complicados circunloquios, mi capacidad de usar palabras fuertes para expresar mi repudio por algo o por alguien, no se ha desarrollado suficientemente. De ahí que no sea capaz de proveerle un lenguaje más rico en vituperios.


Observe Ud., sin embargo, que no he recurrido a la traducción de los insultos soeces más frecuentemente utilizados por los "bocasucias". En general, esos insultos, o se refieren a defectos físicos o a vicios de los antepasados inmediatos, lo que nada tiene que ver con las cualidades morales o intelectuales del destinatario de tales expresiones, cuando estas son, realmente, las que lo califican o descalifican.


Si Ud. puede darme una mano sugiriéndome otros calificativos que me sirvan para la próxima, le quedaré muy agradecido. Espero su aporte a través del Correo de "La botella al mar".

Lo más leído...

Característica carta de rechazo a "La Botella al Mar" y contestación en defensa de ésta

El odio mal disimulado al catolicismo aparee en la prensa llamada "libre"

Teatro en el Senado como en el teatro: todos fingen y el país se hunde