Condenados a la ignorancia religiosa

Cosme Beccar Varela
LBM #142
25/4/2001



Los niños católicos tienen derecho a que se les enseñe su religión. Muchas cosas en su vida dependerán de que tengan o no tengan una buena formación religiosa. Y, desde luego, su felicidad eterna, que es la razón de ser de la vida terrenal.


Si no aprenden durante la niñez, ¿cuándo aprenderán?


Al llegar a la adolescencia, el despertar de las pasiones, la presión social que les exige seguir modas y entretenimientos absorbentes, los estudios, en fin, todo lo que constituye la vida de un adolescente, los llevan lejos de cualquier interés por aprender la doctrina.


Además, a causa de la descristianización de los pueblos modernos se ha ido enfriando el fervor religioso, las vocaciones sacerdotales han disminuido y es muy poca la gente que cumple con el precepto de oír misa todos los domingos y fiestas de guardar.


Por eso, las familias católicas cada vez conocen menos las verdades de la fe y, por lo tanto, poco o nada de ellas les enseñan a sus hijos.


Por su parte, los sacerdotes, minados por el progresismo que desacraliza la fe y la convierte casi en una mera opinión o preferencia natural de cada uno, se limitan a decir misa, a atender algunos dispensarios, comedores y albergues y dedican muy poco tiempo a enseñar doctrina a los niños que se les acercan para hacer la primera comunión.


Y la forma en que enseñan la doctrina deja mucho que desear. Son más bien clases de sentimentalismo en torno a Jesús como "amigo", de bondad natural y ayuda mutua, que clases de catecismo.


El catecismo es un compendio de la doctrina católica que contiene las verdades fundamentales que la constituyen. Los sacerdotes, casi todos ellos influidos por el progresismo, desprecian el catecismo memorizado y "repetido como loro". Así dicen, insultando a todas las generaciones anteriores, incluyendo la mía, que aprendieron el catecismo de memoria, pero no "como loro", porque las catequistas se preocupaban por explicarlo tanto como es posible explicar misterios que se deben creer, aunque uno no los entienda. Pero al menos, debe explicarse qué significa aquello que se propone para creer.


Sería muy de desear que la formación religiosa no se detuviera allí, sino que fuera profundizándose a medida que el niño va creciendo, de tal manera que se le provea un bagaje de conocimientos acorde con el desarrollo de su inteligencia. De esa manera estará preparado para enfrentar los problemas de conciencia que la vida le irá presentando.


Si esto no se hace, se condena a los niños a la ignorancia, con todas las consecuencias que ella tiene.


En la Provincia de Catamarca había hasta ayer enseñanza religiosa en las escuelas oficiales, que, probablemente, son las escuelas a las que concurren los niños de familias con menos recursos.


A raíz de una queja del dirigente de la DAIA de esa Provincia, divulgada por el diario "Clarín" el 24/4/2001, el gobernador Castillo derogó la resolución ministerial 1566/99, acorde con el art. 270 de la Constitución local y la enseñanza de la religión católica a los niños catamarqueños que asisten a las escuelas del Estado, deberá cesar. De acuerdo a esa resolución, los niños recibían enseñanza religiosa en tres ciclos.


El dirigente de la DAIA, Sr. Rubén Lejtman, sostuvo que "en todo el país se debe dar una enseñanza pública, obligatoria, gratuita y laica para no crear diferencias entre los niños." ("Clarín", 25/4/2001, pag. 44)


Esta tesis, totalmente laicista, nos retrotrae a los tiempos de la persecución religiosa del gobierno de Roca y Juarez Celman, cuando se sancionó la ley de enseñanza laica 1420 (circa 1880), que tanto contribuyó a la descristianización del pueblo argentino.


Pero Catamarca tiene una Constitución en cuyo artículo 270 establece: "La provincia garantizará la enseñanza religiosa en sus centros educativos de todos los niveles según el culto de los educandos, siempre que el mismo esté reconocido por la Dirección Nacional de Cultos".


Es decir, en Catamarca no rige el laicismo que rige en las escuelas nacionales. Este es uno de los derechos no delegados de las Provincias y amparado por el federalismo que es propio de la Constitución Nacional. En virtud de ello, había sido dictada la resolución ministerial 1566/99 que, a raíz de la queja aludida, el gobernador Aliancista derogó con velocidad de político acomodaticio.


Llamé por teléfono al Ministerio de Educación de Catamarca para informarme sobre el asunto y pedir una copia de la resolución 1566/99. Me atendió una funcionaria de segundo o tercer rango quien poco pudo decirme y no se atrevió a enviarme el texto pedido. La noté atemorizada. Le pedí que me pasara con su superior, pero quedó claro que la superior no quería atenderme. Tampoco pude dar con la Subsecretaria de Educación. Me quedó la impresión de que todas esas señoras estaban atemorizadas y no quise insistir para no comprometerlas.


Sí pude averiguar que es falso que esa resolución hacía "obligatoria" la enseñanza de la religión católica en las escuelas, como insidiosamente dice el "Clarín" en su edición del 25/4/2001 (pag. 50). La escuelas se limitaban a proveer enseñanza de la religión católica a los niños católicos.


Los niños de otras religiones no estaban obligados a asistir a esas clases. No creo que se pueda decir que eso es "discriminar". Es simplemente dar la libre opción de asistir o no asistir a la clase. Para los niños de otras religiones, existe la posibilidad de tener sus propios maestros afines.


¿Qué culpa tienen los niños catamarqueños de aceptar mayoritariamente la religión católica? No me parece justo privarlos de la enseñanza religiosa porque existen minorías que no la aceptan. El respeto, el cariño, la consideración para esas minorías (que nunca debe faltar) no puede llegar al extremo de condenar a las mayorías a la ignorancia religiosa. No es justo. Es una imposición tiránica contra los niños católicos de Catamarca, en violación del art. 270 de la Constitución provincial.

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