El "buen ciudadano" es un pésimo ciudadano
Ya he dicho bastante sobre los rasgos principales de la crisis argentina; por qué Cavallo es inaceptable, sus antecedentes y el peligro que representa su retorno al poder; he mostrado de mil maneras cuál es la calidad de nuestra "dirigencia política" y del gran empresariado, etc. etc. etc.
Hasta he hecho futurismo novelado publicando tres capítulos de "2031", una visión de lo que puede ser la Argentina en ese año (y seguiré con los capítulos siguientes tan pronto sea posible).
He explicado en la portada de esta "Botella al mar" que el objetivo principal de su publicación es exponer mis ideas y publicar las de los lectores, a fin de crear un ambiente de pensamiento en común, y si es necesario, de polémica, sobre los problemas nacionales y sus posibles soluciones, como un paso indispensable hacia nuevas formas de organización ciudadana y de acción cívica para restaurar la civilización argentina.
He sacado dos avisos en "La Nación" (que ese diario me cobró a precio de oro) para que la noticia de este esfuerzo editorial en "internet" llegara al público en general, dándole oportunidad de comunicarse y de intervenir de manera sencilla en un debate nacional de gran nivel.
"La botella al mar" ha alcanzado un número grande de lectores pero el 99% de ellos lee y calla.
Hemos llegado a esta crisis que está en curso (ver bosquejo de la crisis en la "Botella" de ayer, nro. 119), de la que puede salir cualquier cosa, aunque es muy poco probable que sea en beneficio del pueblo argentino.
No tenemos Presidente y la jauría de políticos profesionales se arrebata los restos del poder presidencial que yacen por tierra como "res derelicta".
Sin embargo, el buen ciudadano, el hombre honesto, el buen padre de familia, la mujer decente y trabajadora, el joven promisorio, el devoto sacerdote que dice cumplidamente su misa diaria, en una palabra, el que "no le hizo mal a nadie" y su conciencia nada le reprocha sino que le canta en el oído dulces melodías de autosatisfacción moral, ese buen ciudadano, no usa ni una de sus neuronas, ni mueve un solo dedo, ni da un mínimo paso, para reunirse con otros buenos ciudadanos y contribuir a la recuperación nacional.
Y eso que los buenos ciudadanos son millones, muchísimo más numerosos que los integrantes de la "dirigencia" que nos envilece y que la podrían desplazar si realmente quisieran hacerlo...
¿Quiere saber una cosa? Me parece inútil seguir siendo amable con Ud., mi querido buen ciudadano. Mi último homenaje a la amabilidad es no calificarlo con alguna de esas palabras que la lengua castellana tiene para definir concisa e inequívocamente a ciertas personas.
Y no lo hago para no darle la oportunidad de considerarse ofendido y con eso, proveerle una excusa para arrellanarse aún más en su mullido egoísmo y reforzar su categórica decisión de no hacer nada, nunca nada de nada, nada más que dejarse avasallar por los corruptos a los cuales Ud. mismo eligió votando mansamente por ellos, porque le han hecho creer que siempre "hay que optar por el mal menor" y que el mal menor es siempre alguno de esos políticos y no algo realmente nuevo, que no tenga nada que ver con ellos y que Ud. debe ayudar a proponer, o sino, un rotundo voto en blanco que le diga ¡NO! a todo el tinglado.
Ud., mi querido buen ciudadano, está preparando a sus hijos para ser iguales a Ud. con lo cual se está ocupando concienzudamente de cerrarle a la Argentina toda esperanza de futuro y, a sus hijos, toda vocación de grandeza.
Eso, en la mejor de las hipótesis, porque sus hijos, formados en la insignificancia y en la falta de magnanimidad, puede ocurrir que se dejen tentar por las dádivas de los corruptos y que se sumen a la "dirigencia de porquería" (Duhalde dixit), en vez de resignarse a vegetar (asi pueden pensar ellos), cada día más pobres, en los sótanos de la sociedad a los que Ud. y yo hemos sido relegados por no haber querido entrar en el juego de la corrupción.
Ud. dirá que este artículo es fruto del mal humor. No es así. Está dictado, eso sí, por la indignación (cosa muy distinta al mal humor) que me produce ver como Ud. se deja robar la Patria sin reaccionar. Ud. es inconmovible. Ud. es ciego, sordo, mudo y paralítico para el bien, la verdad y la belleza. Pero Ud. es una buena persona, nunca le hizo daño a nadie y está contento con Ud. mismo.
Inclusive puede ser que Ud. tenga inquietudes y opine de política. Hasta puede ser que tenga fuertes convicciones teóricas y sea muy inteligente. Eso lo colocaría en una escala superior dentro de la sociedad de los buenos ciudadanos. Pero cuando a Ud. se le propone pasar a la acción, no responde, cae en un letargo semejante al de los otros buenos ciudadanos y mira para otro lado mientras murmura objeciones intrascendentes que no son más que excusas. Ud es tan inútil para el bien de la Patria como los otros.
Ud., mi querido buen ciudadano, no merece mi respeto. Ud. es, en realidad, un pésimo ciudadano. Como dijo Hilaire Belloc: "You shall never have a good word from me".