Una brecha en las murallas que protegen la vida

Cosme Beccar Varela
LBM #134
11/4/2001



Holanda acaba de aprobar una ley llamada "Prueba de terminación de la vida y ayuda al suicidio". Esta ley permite a los médicos matar a los enfermos que padezcan "sufrimientos insoportables", no tengan ninguna esperanza de vida y deseen efectivamente morir.


El paciente podrá manifestar su voluntad de que lo maten antes de encontrarse en la situación descripta arriba. En el momento de internarse en un hospital, por ejemplo, en previsión de que entrando en un estado de inconsciencia, por demencia, por caer en coma u otra causa, no pueda expresar su voluntad en adelante.


Los menores de edad, a partir de los 16 años podrán optar por ser muertos, aún contra la voluntad de sus padres. Los niños de 12 a 15 años, necesitarán el consentimiento de sus padres.


Una multitud de holandeses se dió cita frente al Parlamento para protestar por lo que en esos momentos estaba aprobando el Senado. Bien por esos valientes. La Cámara baja ya lo había aprobado por "abrumadora mayoría" en Noviembre del 2000.


Miles de cartas llegaron al Parlamento pidiendo que la ley no fuera aprobada. Pero según los cables de noticias, en una encuesta que maneja el gobierno, el 85% de la población local aprueba la eutanasia (Conf. "La Nación", 11/4/2001)


Esta ley es una enormidad tan grande que no cabe en un artículo de "La botella al mar" decir todo lo que se debería decir para condenarla.


Sin embargo, no quería dejar pasar este día, en plena Semana Santa, para repudiar este pecado inmenso cometido por los políticos holandeses que eligieron esta Semana, justamente, para levantar sus petulantes cabezas contra Dios.


Nuestro Señor Jesucristo, increpando a los judíos que querían matarlo, les dijo: "Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. El es homicida desde el principio y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él: cuando dice mentira, habla como quien es, por ser de suyo mentiroso y padre de la mentira." (San Juan, 8, 44)


El asesinato y la mentira son las dos obras preferidas por Satanás. El fue asesino desde el principio y lo será hasta el fin del mundo. Y él mintió siempre y seguirá mintiendo, como política permanente, también hasta el fin del mundo.


Si Dios se lo permitiera, Satanás asesinaría a todos los seres humanos en un instante, usando para ello su gigantesca fuerza angélica. Pero Dios no se lo permite y él debe ir asesinando en la medida en que los hombres se lo consientan.


Para conseguir ese consentimiento él miente, inventa doctrinas falsa y teorías engañosas, promete felicidades inalcanzables para después proveer dolor, llanto y luto.


Esto es lo que ha conseguido en Holanda. Esos políticos enemigos de la verdad, ateos prácticos, o más bien, anti-teos militantes, por odio a la obra más preciosa de la Creación, que es el hombre, han puesto en vigencia una ley tiránica basada en la teoría de que el hombre enfermo que sufre muchísimo, sin perspectivas de vida, tiene derecho a que se lo mate y puede pedir que los médicos lo hagan. No falta mucho para que los médicos puedan matarlo aún sin su consentimiento.


Detrás de esta mentira diabólica hay otra teoría según la cual el hombre que sufre sería apenas una cosa, habría dejado de ser humano. En realidad - dirían los fautores de esa teoría, ese hombre no vive, ya está muerto y como después de muerto no hay nada, es indiferente que se termine con su sufrimiento o que no se termine.


O sea, una concepción totalmente materialista del hombre. En esa teoría no hay lugar alguno para el alma espiritual, ni para la idea de mérito, ni de cielo, ni de felicidad eterna, ni de un Dios creador que aguarda a esa alma más allá de la muerte.


Estos desalmados politiqueros, algunos plenamente conscientes de los postulados que están detrás del proyecto y otros menos lúcidos (por ser más burros) pero no menos culpables, han clavado una pica en Flandes, una pica en cuya asta tremola el estandarte del infierno sobre el cual está escrito este lema enderezado a Dios: "He abierto una brecha a tu veto contra mi voluntad de matar hombres."


Y matar niños, porque un adolescente de 16 años, que elige morir con o sin el consentimiento de sus padres, tal vez inducido por médicos infernales, ¿es o no es un niño? Y uno de doce, que poco entiende, que es asesinado por sus padres arrancándole un consentimiento que él les dé porque confía en ellos ¿no es acaso un niño asesinado?


Y un enfermo que llega dolorido y abatido a un hospital y le dicen:"Firme aquí" y él firma sin saber bien qué firma, deseando llegar al lugar en que será tratado sin saber que de allí saldrá muerto por asesinato de los médicos, ¿no es la víctima de un homicidio criminal?


¿Y cómo saben los médicos que el sufrimiento es "intolerable"? ¿Y por qué no darle analgésicos al enfermo en vez de matarlo? ¿Y cómo saben los "controladores regionales" (que los legisladores hipócritamente pusieron en la ley para hacer creer que protegen la vida), que los médicos asesinos no inducen a los enfermos a consentir en ser muerto?


El número de preguntas es interminable y ninguna de esas preguntas tiene respuesta satisfactoria. Y eso lo saben los legisladores y los partidarios de la muerte. Pero no les importa, lo importante es haber abierto una brecha en las murallas de la vida.


¿Qué diferencia hay entre esta política asesina y las teorías de Hitler sobre la perfección de la raza humana, que descalificaba (y asesinaba) a los débiles, a los viejos y a todos aquellos que "no hacían honor" al superhombre ideal que el nazismo quería inaugurar sobre la Tierra, exhibiendo, entretanto, la paradoja idiota de que su Führer era un pequeño histérico y frenético que vivía en un mundo irreal de fantasmas e ilusiones falsas en cuyo holocausto sacrificó a 40.000.000 de seres humanos? Porque ese es el número de las víctimas de la 2da. guerra mundial, incluyendo las caídas en sus programas de "purificación de la raza" y de eliminación de opositores.


No, señores politicastros holandeses (y de todas partes): Nadie tiene derecho sobre la vida humana, ni siquiera uno mismo sobre la propia, sino Dios. La vida es preciosa porque no sólo nos permite desarrollar nuestras posibilidades espirituales, psicológicas y físicas y gozar de las maravillas de la Creación, sino también, y sobre todo, ganarnos el cielo por la gracia de Dios.


Justamente los últimos momentos de la vida son los más importantes para conseguirlo. Según sea la muerte, será la vida eterna. ¿Con qué derecho alguien puede quitarle a una vida ni un sólo segundo del poco y precioso tiempo que le queda para arreglar sus cuentas con Dios y llegar al Paraíso?


Por todas estas razones y muchas más, la Iglesia Católica condena la eutanasia. Adhiero a esa doctrina con toda el alma y rechazo con igual vehemencia la maldad que acaban de cometer los dirigentes de Holanda.

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