Voluntad de vivir o de vender caro el pellejo

Cosme Beccar Varela
LBM #133
11/4/2001



El gobierno de Perón fue una tiranía clásica: un país oprimido por uno con la colaboración de una camarilla de satélites inescrupulosos.


Los que no aceptaban esa tiranía, luchaban contra Perón con la esperanza de derrocarlo y reasumir en libertad la vida del país.


Sabíamos que a su caída sería imposible reparar algunos de los muchos daños que causó, como por ejemplo, la ruptura de la relativa armonía entre clases sociales que había antes de Perón. Es cierto que había injusticias. Perón no las enderezó, sino que las reemplazó por otras y aumentó su número.


Pero a pesar de eso, sabíamos que Perón podía caer y cuando cayera, había posibilidades de que su régimen fuera reemplazado por algo mejor. Bajo la demagogia igualitaria, las delaciones, la corrupción en las cúpulas del poder y la policía torturadora, había un país que no estaba quebrado y sus reservas morales estaban casi íntegras.


De hecho, así ocurrió. Perón cayó y el día de su caída una multitud como nunca más volví a ver ni había visto antes, se reunió en las calles de Buenos Aires para festejar el derrocamiento. Gente de todas las clases sociales salió espontáneamente, sin convocatoria de ningún partido, ni siquiera de la Iglesia que había sido la inspiradora del triunfo contra el tirano que se atrevió a atacarla y a quemar templos venerables. Un millón de personas ocupó las plazas y calles del centro y las avenidas desde el Aeroparque hasta la casa de gobierno para recibir al Gral. Lonardi, héroe de la Revolución

Libertadora.


Después, esas esperanzas se fueron frustrando, pero durante cada etapa de la decadencia todavía se veía luz en el horizonte nacional; todavía había gente intelectual y moralmente válida con capacidad de restaurar las fuerzas del país, que seguían vivas.


Sin embargo, el gobierno de Menem, sin tener una policía torturadora al servicio de la delación, precipitó a la Argentina a un abismo mucho más profundo que el régimen de Perón.


Se eligió a De la Rúa con la esperanza de poder resurgir del pantano moral, de la dictadura degradante de esa década infame.


Falsa ilusión: la gangrena era más profunda de lo que se pensaba. Cuando De la Rúa se instaló pudimos ver que aquello era todavía tejido gangrenado por la misma enfermedad que nos venía carcomiendo desde 1989, muy semejante a la del alfonsinismo, pero agravada en forma exponencial.


No voy a entrar en detalles sobre los numerosas revelaciones hechas hasta ahora que van haciendo sospechar, fundadamente, que durante ese régimen sus personeros principales se adueñaron ilícitamente de una fortuna que ronda en los u$s10.000.000.000 que, a la fecha, gracias a los lucrativos negocios políticos a los cuales dedicaron una buena parte de esos fondos, deben haberse duplicado, o casi.


Lo cierto es que esa inmensa fortuna está en manos de quienes participaron en la tarea de corromper políticamente a la Argentina hasta los tuétanos.


Cuando digo "políticamente" quiero decir "en todo aquello que tiene poder", es decir, en la función pública, en los negocios, en la prensa, en las relaciones internacionales.


Esta masa de dinero es tal, que por simple ley de gravedad atrae a todas las "masas menores” corrompibles que hay en esta tierra y en las extranjeras en cuanto se relacionan con la Argentina.


No crea, estimado lector, que un personaje importante de las finanzas internacionales, con poder de decisión en algún asunto que interese a nuestra Patria, tiene un precio que no sea pagable por los

poseedores de esa fortuna.


Recuerde que a Kohl (nada menos que al Canciller de Alemania, el que reunificó el territorio germano, el que derrumbó el muro de Berlín), lo tentaron sumas que hubieran hecho sonreír despectivamente a cualquiera de los "capitostes" de la era menemista.


No quiero dar otros nombres, porque no son públicos y notorios, pero tengo serias sospechas de que ciertos elogios desproporcionados que hiceron a Menem ciertos personajes internacionales, fueron pagados, probablemente en forma relativamente modesta para los "standards" de nuestros corruptos locales.


En la Argentina, hoy, son pocos los sectores de algún poder político (en el sentido general explicado más arriba), que no sean "masas menores corrompibles" por esa fortuna colosal mal habida.


El gobierno de De la Rúa parecería ser una de esas "masas menores". ¿Qué otra cosa se puede pensar cuando se vé a Cavallo nuevamente en el poder, trayendo a los mismos funcionarios menores que tuvo antes, y procediendo con el mismo desparpajo con que solía hacerlo durante el régimen de Menem?


Con el agravante de que ahora, la Argentina está más debilitada, está más endeudada, hay más desocupación, el contexto internacional es más duro y desfavorable, los empresarios principales han aprendido a portarse como políticos y los políticos como empresarios, las protestas son más agresivas y dañan a la población que es inocente de las causas de esas protestas, en el poder pululan izquierdoides, laicistas, abortistas y toda suerte de desviados, las fuerzas de producción están debilitadas o han desaparecido, los jóvenes huyen del país y los viejos se mueren de angustia (y de miseria).


Además de todo eso, la oposición a todo esto no tiene esperanza alguna de prevalecer, salvo un milagro divino que no es de descartar, pero tampoco se puede dar por seguro.


Y la oposición oficial no es más que una conjunto de aprovechadores que vienen del régimen anterior, aspiran a continuarlo en su propio beneficio y no se oponen realmente al gobierno sino que pactan con él en toda la medida de su conveniencia y sólo aparentan disentir cuando necesitan dar

una imagen de opositores.


Frente a este cuadro que se agrava día a día, empiezo a temer que de ésta no salimos sino para algo tan disolvente que no se puede desear. Y quedarse en esta degradación oficializada, tampoco podemos. Luego, ¿qué salida nos queda? ¿Qué restará del país cuando todas estas sanguijuelas hayan terminado de chupar su sangre y su substancia hasta hartarse?


Insisto: sólo hay una solución, y es que Ud., estimado lector y todos los que son como Ud. y yo, se muevan, den señales de vida, de que aún tienen voluntad de vivir o, al menos, de vender caro el pellejo. Sino lo hace, verdaderamente no hay salida de ninguna clase. Se lo aseguro.

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