Vísperas del prólogo de una guerra civil

Cosme Beccar Varela
LBM #151
9/5/2001


Todos los días estamos sometidos a diversos abusos de poder que nos afectan directamente y en forma ofensiva.


Hay innumerables trámites que deben ser realizados "personalmente" e innumerables ocasiones en que nos vemos constreñidos en nuestra libertad de movimientos o de realizar algún acto lícito, por pura imposición de una fuerza pública cualquiera que actúa sin razón suficiente.


Por ejemplo, para defenderse de las arbitrarias multas de tránsito que son labradas por empresas privadas, pero cobradas por la fuerza del Estado, es necesario concurrir corporalmente a las oficinas municipales que están ubicadas en el Mercado del Plata y hacer una cola inmensa, esperar horas y después pagar de todas maneras, si es que uno no tiene la suerte de encontrarse con un juez razonable, que los hay.


Si uno lo encuentra, se consuela de haber esperado horas pues puede ser eximido de la multa. Pero ahora que el Sr.Ibarra, siguiendo la mejor escuela de sus maestros del ex-comunismo soviético, ha exonerado de un plumazo a los jueces de la Cámara de Apelaciones del fuero por el delito de escupirle el asado a esas empresas privadas, socios del "desgobierno" de la Ciudad, como dice un lector de la "Botella", es muy probable que ese consuelo deje de existir.


De aquí en adelante serán abogados designados por el Sr. Ibarra los que decidirán la suerte de los automovilistas. Adivine Ud. de quién serán amigos esos abogados, del tiranuelo que los designa o de la justicia imparcial que favorecería a los automovilistas.


Sacar un documento, hacer un trámite, consultar un expediente, pagar un impuesto, retirar fondos de una caja de ahorros, ver a un médico de la "prepaga", hacer una denuncia en una Comisaría, retirar la tarjeta de embarque y despachar una valija en un avión, cobrar una jubilación, pasar por Inmigraciones a la vuelta de un viaje, renovar el registro de manejar, etc.etc.; todo eso implica una dosis de paciencia y de humillación en cantidades variables. Pero cada una de estas “amansadoras" se acumula sobre la otra y el ciudadano se va empequeñeciendo y se va quebrando, o puede perder la paciencia y explotar.


(Eso para no hablar de cosas más graves, como los impuestos confiscatorios, las malversaciones y cohechos, las denegaciones de justicia, la arbitrariedad como sistema, el favoritismo, la desocupación, la mentira oficial, la indefensión frente a la delincuencia, los piquetes que impiden transitar, etc., todo lo cual, oprime al ciudadano sin dejarle ver salida.)


Ocurre que aquellos trámites son colocados astutamente en todas las encrucijadas de la vida. No se puede pasar adelante si uno no paga tributo a esas esfinges. A semejanza de aquellas Furias fúnebres de la leyenda griega que devoraban a quienes no conseguían resolver los enigmas que planteaban a los desdichados mortales, el que no pasa por esas horcas caudinas, es devorado por los problemas que le causará el no haber cumplido con ese trámite.


Y en algunos casos, los cancerberos a cargo de atender al público, son reforzados por un policía armado que, generalmente y a fuerza de estar en contacto con esos parásitos, se ha convertido en un burócrata armado, con toda la malicia, todo el desprecio por los administrados, todos los subterfugios y todas las chicanas que caracterizan a sus congéneres de lapicera en ristre.


Si para colmo de males, esos trámites son "gerenciados" por empresas privadas a las que se les ha concedido aquel "buró" como una patente de corso para exprimir a los ciudadanos, entonces, la fuerza del arma policial es doblemente abusiva e injustificable.


Por su parte, los que "atienden" al público se caracterizan por tener una displicencia ostensible, una actitud dominante, un maltrato despectivo, una lentitud exasperante, una total indiferencia por el tiempo de sus víctimas, una simpatía entre sí que se traduce en interminables e inútiles conversaciones entre ellos, a vista e impaciencia de la "cola" que se despliega frente a sus mostradores con la resignación de un gusano destinado a colgar del anzuelo de una caña de pescar...


Y si uno de los individuos de la "cola" se desespera y pide un poco de diligencia, es marcado por los burócratas para un maltrato especial, mientras los demás lo abandonan y miran para otro lado, beneficiándose de la reacción de aquel héroe que marchó al patíbulo del "vuelva mañana" o el de “le falta tal papel" o el de "pague el sellado, pero aqui no se paga sino en aquella otra cola".


Estos vejámenes personales insinúan claramente que hay dos clases de ciudadanos: los que tienen "influencia" en el mundo de los burócratas y de sus cómplices, los políticos, y los que no la tienen.


Entre los que no la tienen, este maltrato permanente, estas humillaciones, este desgaste incesante, puede producir dos efectos, uno de ellos siempre, el otro, ocasionalmente: una sumisión depresiva (siempre) o una rebelión desesperada (ocasionalmente).


Esto es lo que pasó ayer con un pobre señor a quien se le vencieron las fichas de un parquímetro por unos minutos, frente a un Hotel en la zona de Plaza Miserere (alias "Once") donde tenía estacionada su camioneta rural.


(Es de señalar que los parquímetros son una de esas "patentes de corso" a que me refería más arriba, son privados y tenía entendido que habían sido suprimidos por ordenanza municipal, o que se llame eso que dictan los ñoquis de la Legislatura local. Parece que no fué así para todos los parquímetros, porque el de ese "corsario" de Plaza Miserere seguía navegando.)


La noticia sobre el asunto, obviamente basada en la información del corsario y de su guardaespaldas policial, presenta un cuadro en el que el Sr. Orlando Sheaffer (que así se llama el dueño de la camioneta) aparece como un criminal nato, que atropelló al policía, lo mandó al Hospital y él fué a la cárcel. Y todo por no pagar una modesta multa que humildemente le labraba el guardián del orden (¿o del negocio del corsario?) quien en todo momento lo había tratado con dulzura, comprensión y tolerancia.


La misma noticia, si la hubiera podido dar el Sr. Sheaffer (que no puede porque está en la cárcel y cuando pueda, no se la van a publicar) y más conforme a lo que probablemente ocurrió, sería asi:


Ayer, en la zona de Plaza Miserere, un grupo de empleados de la Compañía XXX Sociedad Anónima, acompañados por el Sargento XXX que suele salir de ronda con ellos a la caza de automovilistas desprevenidos, encontró una camioneta rural estacionada frente al Hotel XXXX. Estaba junto a uno de los parquímetros de la XXX SA que todavía no fué retirado, a pesar de la reciente ordenanza municipal XXXX.


Detuvieron la grúa en la cual se desplazaban, para hacerle la boleta a la camioneta, tirándose el lance de que el dueño, al verlos viajar en grúa, temiera el acarreo del vehículo y pagara la multa de inmediato.


El Sr. Sheaffer, que estaba en el hall del Hotel, al darse cuenta de la situación salió para mover la camioneta del lugar. Pero el Sargento XXXX, viendo que se le escapaba la presa, intentó detenerlo poniéndose delante de ella.


EL Sr. Saheffer le pidió que se corriera y que le hiciera la multa si quería, pero le dijo que no tenía derecho a impedirle moverse. La libertad de de movimientos es un derecho constitucional, como también el de defensa frente a las arbitrariedades de los Sargentos XXX. Ya se defendería él de esa boleta injusta y abusiva.


Sordo a estos argumentos y acostumbrado a que todos se le sometan como mansos corderitos, el Sargento XXX se encabritó y se paró frente a la camioneta.


Como el Sargento XX estaba allí sin derecho y nada le impidía hacerse a un lado, el Sr. Sheaffer avanzó suavemente, pero el Sargento XXX, viendo que eso no le causaba daño alguno, insistió en su postura obstruccionista.


Cuando la caminoneta siguió avanzando con la misma lentitud, pero decididamente, el Sargento XXX se tiró al suelo aparatosamene gritando: "°Atentado contra la autoridad!"


El Sr. Scheaffer fué detenido por el policía, pistola en mano, unas cuadras más adelante.


El Sargento XXX estaba munido ahora de un argumento que podía tener prensa y que podía ser cabeza de un lindo sumario contra Sheaffer para que un Juez "estrella" pudiera encarcelarlo


La mujer de Sheaffer declaró: "No entiendo qué pasó, porque Orlando es un hombre pacífico que nunca usa violencia contra nadie"


Esta versión es, muy probablemente, más próxima a la verdad que la escandalosa noticia de los diarios. El "Clarín", por ejemplo, la titula asi: “ATROPELLÓ AL POLICIA QUE LE HABÍA HECHO UNA MULTA POR ESTAR MAL ESTACIONADO"


Y eso nos trae a la conclusión que quiero sacar en este artículo.


Los argentinos con un poco de sangre en las venas se están cansando de que los humillen y de que los cacheteen de pared a pared los burócratas y los políticos, aliados en la innoble tarea de impedir que el país trabaje en paz y crezca, mientras los otros problemas gravísimos que señalé al pasar, más arriba, los van dejando sin país.


Esos argentinos pueden ser llevados a la desesperación, que es mala consejera, y hacer estas cosas y otras peores. Si esas cosas ocurrieran, la culpa no es de los Orlandos Scheaffer, sino de los Sargentos XXXX, de los superiores del Sargento XXXXX, del Estado (presa de los políticos) que dicta leyes injustas y absurdas y de los corsarios como XXX SA que acorralan a los ciudadanos.


Los otros ciudadanos, los que no tienen sangre en las venas porque el vampiro estatal ya se las ha chupado toda y los ha dejado convertidos en muñecos sumisos, esos no son de temer. Pero tampoco son de admirar ni se puede contar con ellos para la aventura de construir una Argentina grande.


No se diga que exagero, que una multa por mal estacionamiento es un asunto minúsculo. No lo es, si la multa es injusta y si a eso se suma la acción de un grupo de empleados de una empresa privada dotados indebidamene de una porción del poder público por decisión de una autoridad arbitraria, todo eso agravado por el intento de impedir, sin derecho y por pura prepotencia, la libertad de movimientos de un ciudadano.


No sé si la versión de la noticia imaginada por mí y escrita más arriba corresponde exactamente a lo ocurrido, Pero si fué así, como creo que fué por conocer el paño, ese es el diagnóstico legal del asunto y el Sr. Scheaffer actuó asi legítimamente porque entendía defender su libertad y su derecho.


Señores políticos y burócratas: ¿eso es lo que quieren? ¿Quieren llevarnos a la desesperación? Piensen y paren, porque esas son las vísperas del prólogo de las guerras civiles.

Lo más leído...

Característica carta de rechazo a "La Botella al Mar" y contestación en defensa de ésta

El odio mal disimulado al catolicismo aparee en la prensa llamada "libre"

Teatro en el Senado como en el teatro: todos fingen y el país se hunde