El factor milagro

Cosme Beccar Varela 
LBM #155 
15/5/2001 


Dios existe, es todopoderoso y de gran misericordia. Esto lo sabemos pero tendemos a olvidarlo, abrumados como estamos por el peso de una inmensa masa de dificultades, agravadas por una innumerable cohorte de canallas.

Como quien no quiere la cosa, ridiculizan a quienes confían en el auxilio sobrenatural pero al mismo tiempo hacen imposible la práctica de la justicia humana, que sería la solución normal de nuestros problemas. Y a quienes estamos encerrados en un brete aparentemente sin salida, nos sugieren que sólo nos queda resignarnos a sufrir sin esperanza.

A un desocupado con cinco hijos -por ejemplo- angustiado al no poder llevar a su casa lo necesario para alimentar a su familia, cuando todos los caminos parecen estar cerrados ¿por qué no aconsejarle, seriamente y con fé, rezar pidiendo a la Santísima Virgen que lo ayude, sin perjuicio de ayudarlo como podamos a salir de esa situación?

Viendo al país en manos de una banda de políticos malintencionados, que nos van hundiendo cada vez más en el caos, el desaliento y la pobreza, además de luchar contra ellos con todos los medios legítimos a nuestro alcance ¿por qué no hacer una cruzada de oraciones para pedir a Dios, por medio de Su Madre, que salve a la Argentina?

La lectora Olga Moreno en carta a este diario del 25/4/2001 (nro. 141), propuso formar una cadena de rosarios con esa intención. Reitero mi recomendación de que todos se adhieran a esa propuesta perfectamente adecuada.

Hay un dato histórico, poco conocido, que prueba la eficacia de una oración intensa de todo un pueblo pidiendo su salvación.

Viena en el año 1957 todavía estaba marcada por los daños de la 2da. guerra mundial. Había mucha pobreza pero mucha alegría. No era para menos: los rusos se habían retirado de Austria hacía poco, misteriosamente, sin una fuerza visible que los obligara a ello. No había ninguna razón aparente que no militara también en favor de Checoeslovaquia o Alemania oriental o Polonia para explicar el extraño fenónemo.

Preguntando a los residentes se podía saber que, durante la ocupación rusa, el pueblo austríaco había realizado una cruzada de rosarios, oraciones y multitudinarias manifestaciones de fé pidiendo a Dios la salida de los soviéticos y la libertad de Austria.

Un día los soviéticos se fueron. Así nomás. Y es el único país de Europa que tuvo esa gracia, sin "perestroika" ni otras trampas por el estilo. Fué un triunfo de la oración, una prueba de que la fé mueve montañas.

Y ahora tenemos en nuestra castigada Patria una prueba más del poder infinito y misericordioso de Dios y de la fuerza que tiene en el reino celestial la intercesión de los santos.

Manuel Vilar es un niñito que nació el 6 de enero de 1997, en una familia de Nogoyá, Entre Ríos.

El 19 de Julio de 1998 jugaba con otros niños en la quinta de un tío. Su madre, Alicia, estaba cocinando y lo había perdido de vista durante unos momentos. El chiquito de 1 año y seis meses era travieso y con toda la impetuosidad imprudente de la edad.

Lo empezaron a buscar y cuenta hoy su madre que "jamás olvidará el alarido de su cuñada Claudia” cuando lo vió "flotando en la pileta." "El niño estaba boca abajo, inmóvil. El agua estaba quieta, signo de que la caída no había sido reciente...no se sabe cuánto tiempo estuvo así. Lo sacaron de la pileta. Estaba hinchado por el agua, pesadísimo. El marrón de sus ojos estaba gris 'como de cristal’ -recuerda su madre- como muerto'" ("Clarín", 15/5/2001, pag. 34).

Lo llevaron al hospital San Blas, de Nogoyá. Trabajaron una hora para reanimarlo. Afuera de la sala en que los médicos trabajaban, la madre del niño rezaba a la Madre Maravillas, carmelita española beatificada en 1998 nacida en 1891 y fallecida en 1974. Fundó once conventos carmelitas y llevó una vida de oración. La pobre señora rezaba diciendo: "Madre Maravillas, devolvémelo."

Y el milagro se produjo. El niño no solamente revivió sino que no le quedó ninguna secuela de la muerte técnica en que se había encontrado por casi dos horas y de haber estado en coma por otras 24.

El Dr. Edgardo Labarba, que lo atendió en el hospital luego del accidente, explicó a “Clarin" (14/5/2001, pag. 29):

"Una persona muere por asfixia por inmersión a los 5 minutos. Según investigaciones posteriores, el niño estuvo sumergido entre 15 y 30 minutos. A la familia le demandó otros 10 llegar al hospital. El niño tenía todos los síntomas de la muerte: estaba muy frío (más de lo que habría correspondido), lívido, (mezcla de palidez mortal con cianosis), sin latidos ni pulso. Sentimos el primer latido recién después de media hora de reanimación. Y comenzó a tener respiración espontánea 15 minutos después de los latidos. Estuvo luego en terapia intensiva, en coma, 24 horas. Salió sin secuelas, algo médicamente imposible. Por la falta de oxígeno, lo mejor que podía esperarse era que quedara en estado vegetativo."

El Dr. Labarba dice que varias veces, durante los intentos de reanimación, pensó abandonar el esfuerzo porque se habían superado todas las barreras de lo naturalmente esperable. "Pero algo lo impulsaba a insistir" (ibidem) y siguió tratando de revivirlo.

Una comisión científica y teológica examinó el caso durante casi tres años. El Dr. Labarba -que es perito policial- dijo: "La Iglesia trabajó como si estuviera en una investigación judicial, con interrogatorios, chequeo de pruebas y demás. 'Peinaron el tema'" ("Clarin", 14/5/2001, pag. 28).

Los resultados fueron llevados a Roma y a España por el postulador de la causa de canonización de la Madre Maravillas.

Finalmente, una comisión de cinco médicos evaluó las pruebas y el 10 de Mayo ppdo. emitió su dictamen:

"No se encuentra explicación científica para la salvación del pequeño Manuel. Lo sucedido quiebra las leyes de la naturaleza." (ibidem).

El niño "Manuel Vilar, en su media lengua de un año y medio, repetía luego del accidente: 'La nena de Jesús -como le llamaba él a la Madre Maravillas- me hacía noni, noni'. Y mecía sus bracitos.” (ibidem)

Con este milagro, ahora oficialmente comprobado, la causa de canonización de la Madre Maravillas ha quedado completada y el Papa la elevará a los altares en fecha próxima.

Este milagro tan bello, realizado en favor de un niñito inocente y de sus afligidísimos padres, es una prueba categórica de la existencia y del poder de Dios.

No voy a defender esta conclusión frente a los incrédulos. Sólo con una extraordinaria mala fé podría negarse lo que todo un pueblo -el de Nogoyá- y tres años de investigación realizada por científicos y teólogos atestiguan: hubo un milagro, un hecho imposible de ocurrir según las leyes naturales y nada lo explica sino una suspensión de esas leyes por el poder de Aquel que las creó. Y contra una mala fe de ese calibre, no se discute. Se la deja de lado, con lástima por el que la tenga.

En medio de las tristezas que padecemos, este hecho, verdadero "fioretto" de la gracia divina, nos colma de esperanzas y nos acaricia con su dulzura.

Pienso que todo es posible cuando se sirve a un Dios tan misericordioso que se digna bajar del cielo para regalarle a una madre de Nogoyá la vida de su precioso hijito que estaba muerto, trágicamente muerto. Y no sólo eso, sino que se lo dá en toda su alegre e infantil integridad, sin mengua alguna de sus facultades.

Pido a la Madre Maravillas que nos conceda la misma gracia en favor de otros niños que corran iguales peligros y que hayan sufrido accidentes que los afecten en su vida.

Ya que hizo esto por Manuelito Vilar, ya que Dios es rico y no se empobrece creando mundos y estrellas, le pedimos que reparta a manos llenas la gracia que le dió a Manuelito Vilar. Y pido por un niño en particular, con todo el fervor de mi alma.

No sólo eso. Esta comprobación de la existencia real del orden sobrenatural y de su acción en las cosas humanas es un dato de suprema importancia política. Nos autoriza, más aún, nos exige, contar con la gracia y con el milagro en nuestros proyectos de combate contra los autores de las injusticias que nos oprimen. "A Dios rogando, y con el mazo dando".

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