Ante la patética incapacidad de la actual "dirigencia", Asamblea para pensar la patria futura y suscitar nuevos dirigentes

Cosme Beccar Varela 
LBM #173
11/6/2001



Lo invito a pensar qué se puede hacer para que la Argentina esté bien gobernada y se resuelvan los varios problemas que tenemos, muchos de ellos, de vida o muerte para millones de compatriotas.

 

Supongamos que se declara a todos los argentinos "en estado de Asamblea", dando por perdida cualquier esperanza de que esta "dirigencia" (oficialismo u oposición, ambas en todas sus variantes) pueda corregir sus defectos insanables.

 

No se trataría de deliberar para proponer cosas a esta "dirigencia" sino de prescindir de ella. Ha quedado probado hasta la saciedad que no sirve más que para enredar, engañar, dañar y quedarse con partes importantes de nuestros recursos. Puede ser que haya excepciones, pero no las conozco.

 

Esa Asamblea debería proceder como si esa gente fuera un ejército de ocupación al que hay que desalojar para recuperar la libertad y tener esperanzas de bienestar. Sólo que no se usaría la fuerza, entre otras razones, porque la tienen ellos.

 

Algo asi como el Cabildo abierto de 1810 en que los patriotas rechazaron las propuestas de los españoles para nombrar una Junta presidida por Cisneros y no cejaron hasta que no se nombró una integrada sólo por argentinos. Del mismo modo, la Asamblea rechazará toda solución aparente que consista en mantener a esta "dirigencia" o a alguien de ella, en el poder.

 

Habria que renovar los altos escalafones de la Administración estatal porque muchos de esos funcionarios han adquirido los vicios de los políticos que los nombraron.

 

Imagínemos que ya estamos en Asamblea.

 

Los integrantes de ella serían todos los argentinos con capacidad deliberativa y dispuestos a la acción, que acepten como regla de convivencia política la Constitución de 1853, como ideal humano la moral de los 10 mandamientos de la ley de Dios; para pensar, el realismo y las reglas de la lógica y para el trato social, las costumbres de respeto de nuestra tradición.

 

Además, y para dejar bien en claro que el objetivo es rehacer la clase dirigente desde abajo y que consideramos a toda la dirigencia actual o pasada como sospechosa de haber lesionado el bien común, se exigirá no haber desempeñado cargos públicos. Los funcionarios que sean inocentes de este cargo, se alegrarán al conocer esta condición porque sabrán, hasta mejor que nosotros, cuán razonable ella es, querrán ver a la Asamblea libre de partidismos y puede ser que ofrezcan su colaboración desinteresada aportando experiencias e ideas desde afuera.

 

Examinados sumariamente los credenciales de los concurrentes, aprobado que sea el cumplimiento de estas reglas, se constituye la Asamblea.

 

¿Puede participar un argentino que no es cristiano o que objeta algunos artículos de la Constitución de 1853, o que adhiere al subjetivismo o por algún otro lado disiente en teoría de esas condiciones básicas?

 

Sí, puede, siempre y cuando acepte sinceramente que las bases de la civilización argentina son esas y esté dispuesto a pensar y dialogar lealmente sobre aquellos supuestos, sin chicanas, sin intrigas, sin tratar de llevar agua para su molino religioso o filosófico, aunque para su consumo interno piense de otra manera.

 

Esas personas tienen que reconocer que con las otra filosofías -si es que se pueden llamar "filosofías" a los rudimentarios prejuicios de la actual "dirigencia"-, nos ha ido bastante mal. Y que la Argentina se hizo económicamente grande, a fines del siglo XIX y principios de éste, con las ideas que estoy poniendo en el frontispicio de la Asamblea. (Hubiera sido más grande y más duradera su grandeza si hubiera aceptado las tradiciones católicas argentinas, en vez de combatirlas, como ocurrió durante las presidencias de Roca y de Juarez Celman).

 

Hay muchas cosas para pensar e imaginar que no están explicitadas en esos principios primeros. Necesitamos la colaboración de todas las inteligencias disponibles para elucubrarlas. Pero siempre a partir de esos principios, porque lo que no sea asi, no construye ni avanza, sino que demuele y desanda nuestra civilización.

 

En otra Asamblea de filósofos se podrá discutir, en algún momento, si estos cimientos doctrinarios son verdaderos o no. Pero para esta emergencia en que se necesita unir al pueblo en una tarea ardua de reconstrucción, no se puede dispersar esfuerzos en temas tan abstractos.

 

Demos, entonces, por reunida la Asamblea. Se elige como Presidente al decano de ella, al hombre de más edad y de probado patriotismo, que no haya tenido ningún cargo público, ni en los regímenes militares ni en los democráticos, quien a su vez, designará al Secretariado que tendrá a su cargo la tarea de ordenar los trabajos y debates.

 

La Asamblea tendrá por objetivo deliberar y discutir las propuestas para alcanzar el fin deseado: la renovación total de la clase política y el bien de los argentinos.

 

Todos los asuntos que conduzcan a lograr esos fines y a resolver los problemas que frustran actualmente su logro, son temas de la Asamblea.

 

Por ejemplo:

 

1) La deuda externa.

2) El gasto público y la carga impositiva.

3) La libre iniciativa económica y las trabas burocráticas.

4) La prevención del delito y la seguridad.

5) La desocupación.

6) El sistema jubilatorio.

7) La moneda, el sistema bancario y la asistencia crediticia.

8) La enseñanza, escuelas, colegios y universidades.

9) El sistema electoral y los partidos politicos.

10) Formas de controlar la idoneidad de los candidatos y ocupantes de los cargos públicos.

11) El poder judicial y su funcionamiento.

12) Las relaciones exteriores.

13) Las Fuerzas Armadas y la carrera de las armas.

14) La libertad de prensa, su uso y su abuso.

15) Las obras y servicios de infraestructura más urgentes y necesarias.

16) La organización de la Administración Pública.

17) Las privatizaciones mal hechas.

18) Recuperación de fondos públicos malversados.

19) El desmantelamiento de los grupos de poder económico de origen delictivo.

20) La salud pública.

21) Manifiesto de la Asamblea al pueblo.

 

Y por último el GRAN TEMA PRÁCTICO: ¿cómo desplazar a la actual "dirigencia"?.

 

Sobre estos asuntos los participantes son invitados a informarse seriamente sobre el status quo y a proponer soluciones para los problemas que se presentan.

 

El debate sobre estas propuestas será libre asumiendo que nadie dará "latas" ni discutirá de mala fé sino buscando persuadir o ser persuadido. Nada más saludable que ser persuadido de que uno estaba equivocado.

 

Si alguien supone que puede violar esta regla de higiene mental, será llamado al orden por el secretariado.

 

No importa la duración de la Asamblea, lo cual no quiere decir que cada sesión será interminable. Las sesiones durarán mientras sean interesantes.

 

Y como dije más arriba: estaremos en "estado de Asamblea" con la esperanza de que creado el foro en el que se ventilarán los problemas del país al más alto nivel intelectual y patriótico, los dirigentes futuros aparezcan y se manifiesten, incluyendo a los jóvenes con ganas de aprender, proponer y trabajar.

 

Será tal el contraste entre esa Asamblea y el vergonzoso espectáculo de nuestro actual Congreso, que el pueblo se sentirá reconfortado por una nueva perspectiva.

 

Para que el pueblo conozca sus trabajos, la Asamblea deberá saber usar un lenguaje comprensible para todos, pero de alto contenido. EL "bla, bla, bla" quedará expulsado categórica e inexorablemente de todos sus usos.

 

Lo invito a pensar cómo y cuando será convocada esta Asamblea. La patria nos espera.

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