En esta guerra, una ocasión desperdiciada es una batalla perdida

Cosme Beccar Varela 

LBM #188

3/7/2001


 

La semana pasada se realizó la IV Jornada de Pastoral Social de la Arquidiócesis de Buenos Aires "que congregó este fin de semana (el del 30/6 y 1/7 del 2001) a más de 1.200 políticos, empresarios, sindicalistas y agentes sociales".

El Cardenal Bergoglio presidió la sesión de clausura y "estaba flanqueado en el estrado por la vicejefa del gobierno de la Ciudad, Cecilia Felgueras; el Presidente de la Legislatura porteña, Jorge Enriquez y las diputadas María Laura Leguizamón y Adriana Puiggrós" ("Clarín", 2/7/2001, pag. 9)

En su discurso de cierre el Cardenal dijo: "La política no es para gerenciar la crisis, sino para salir de ella"... "la vocación del político no es la de bombero", sino la de atacar la causa de los problemas". (ibidem)

A su vez, el Padre Carlos Accaputo, responsable de la comisión de Pastoral Social de Buenos Aires "manifestó su satisfacción por la significativa concurrencia a la jornada y reiteró la permanente disposición de la Iglesia, en todos sus niveles, a 'seguir buscando caminos de mediación que permitan reformular un proyecto de país' que tanto vienen reclamando los Obispos en sus documentos".

Esta noticia me asombró. No sabía que estuviera realizándose tan importante Jornada en Buenos Aires, la ciudad en que vivo y en que escribo este diario dedicado a defender los principios de la civilización cristiana en nuestra Patria.

Supongo que si fueron 1.200 políticos, empresarios, sindicalistas y "agentes sociales" (conozco a los "agentes de policía", a los "agentes comerciales", pero a los "agentes sociales", no) es porque se hicieron invitaciones; si fué posible reunirlos en el magnífico edificio del antiguo colegio de las monjas del Sagrado Corazón de Almagro, si se obtuvo la concurrencia de importantes funcionarios de la Ciudad y la del Cardenal-Arzobispo que, además, dijo el discurso de cierre, es porque hubo una organización no pequeña que lo hizo y porque esa organización contó con el apoyo y el impulso del Arzobispado. Eso resulta evidente, también, por el hecho de que el Padre que es responsable de la comisión de Pastoral de la diócesis habló como dueño de casa.

Siendo así, me pregunto, ¿cómo es que no invitaron a ninguno de mis amigos, conocidos por su dedicación al servicio de la Iglesia en asuntos socio-políticos?

¿Quienes eran esas 1.200 personas que asistieron a la Jornada de la Iglesia para deliberar sobre la Pastoral Social? Dicho en otros términos, "pastoral social" sería el apostolado católico en el campo social o sea, el esfuerzo de la Arquidiócesis para que las enseñanzas de la Iglesia penetren en la vida de la sociedad y la hagan más justa y más cristiana.

Para que esos objetivos puedan ser logrados, antes de decidir a quién se invita para una Jornada de ese vuelo, es necesario considerar si los que van a ser convocados tienen antecedentes que permitan abrigar esperanzas razonables de que puedan hacer algún bien en esa línea.

Resulta asombroso que los únicos nombres citados en la noticia pertenezcan a políticos del gobierno de la Ciudad. Me pregunto, ¿qué aporte podía esperarse de esos señores y señoras para el logro de tan elevados objetivos? El único que se me ocurre es su inmediata renuncia y desaparición de la escena, vista su falsa ideología {la Sra. Felgueras, por ejemplo, es una fubista de izquierda}, sus antecedentes, su inidoneidad y la total desconfianza con que los mira el pueblo. Nunca se me hubiera ocurrido que podían deliberar seriamente sobre el apostolado de la Iglesia en la sociedad y presidir, junto al Cardenal Primado, una reunión de Pastoral social...

¿Qué conocimiento tienen los asistentes de la doctrina social y política de la Iglesia? ¿Qué trabajos han presentado que evidencien su amor por esa doctrina? O, simplemente, ¿qué pruebas rindieron de su amor a la justicia, a la honestidad intelectual y administrativa?

Me temo que ninguno de esos criterios fueron considerados por la Arquidiócesis para cursar las invitaciones porque si los hubieran tenido en cuenta y hubieran sido determinantes, creo que debieron invitar a mis amigos que son conocidos por sus servicios a los ideales del catolicismo. Y ninguno de ellos fué invitado, qué digo, ni siquiera fué informado del proyecto de realizar tan brillante Jornada.

Obviamente los criterios usados para preparar las listas de los elegidos fueron otros muy distintos que no es difícil conjeturar.

Me pregunto, apenado, si la Jerarquía puede, con justicia, emplear su gran poder de convocatoria, su prestigio y su capacidad organizativa, para reunir a mil personas que hasta ahora no han hecho público su amor a ellos y en algunos casos, todo lo contrario, dejando de lado a quienes han sufrido bastante precisamente por servirlos.

La consecuencia de ese desacierto es que la Jornada terminó sin resultado visible alguno, sin aporte conocido a la causa de la Justicia en nuestra Patria y sin que haya ofrecido esperanza alguna de que la crisis moral, social y política que nos aflige, comience, a partir de allí, a ser jaqueada por una cruzada de acción social católica.

Me dirán que es que los asistentes son héroes anónimos, santos cuya mano izquierda no sabe lo que hace la derecha, cuyas virtudes son conocidas sólo por sus confesores. Pero entonces la Jornada debió ser sobre Espiritualidad y Vida Contemplativa y no sobre Pastoral Social, porque la sociedad es por definición, pública.

Alguien puede argumentar, todavía, que han de ser personas que trabajan en la ayuda de los pobres en forma discreta. Si es eso, me descubro y saludo con admiración.

Pero entonces me pregunto que tenían que hacer allí miembros del gobierno de izquierda que oprime a la Ciudad con sus leyes anticatólicas (como la de la "salud reproductiva") y el Sr. Mendiguren, que propuso una "alianza nacional con todos los sectores para consensuar ese proyecto nacional" y por qué Mons. Bergoglio cerró la Jornada no con un encomio de la asistencia a los pobres sino con un análisis del papel de los políticos.

Y ya que menciono al Cardenal, vuelvo sobre su frase citada al principio de que la "la política no es para gerenciar la crisis, sino para salir de ella".

Podría decirse, con todo respeto a la Sagrada Púrpura, que "la crisis es causada por la actual corrupción de la política y ésta no se resuelve sólo hablando de ella".

Esta Jornada hubiera sido una excelente ocasión para convocar a todos quienes han demostrado a lo largo de los años su amor por la causa del catolicismo y de la Justicia y ofrecerles un ámbito y una ocasión para pensar, en base a las enseñanzas de la Iglesia, cual es el camino para renovar la política y, de ese modo, salir de la crisis.

No haberlo hecho, es una gravísima injusticia para con aquellos que sirven a esa causa en medio de mil dificultades y para con el pueblo argentino que sigue sufriendo mientras ve a los aliados de sus opresores en dulce coloquio con quienes deberían defenderlo. En esta guerra, una brillante ocasión desperdiciada, es una batalla perdida.

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