Antes de caer en el abismo de una tercera guerra mundial

Cosme Beccar Varela 
LBM #230 
12/9/2001



El mundo ha cambiado súbitamente. Es decir, ha revelado que es otro desde hace largo rato, porque "nemo summo fit repente": nada extremadamente grande occurre de repente.

No es que un día Martes 11 de Septiembre del 2001 un grupo de personas, que hasta ese día pensaban y vivían normalmente, decidió ir a varios aeropuertos, secuestrar un número indeterminado de aviones de pasajeros, matar a los pilotos y luego conducirlos directamente contra las "torres gemelas" de Nueva York y matar a 10.000 personas, incluyéndose ellas mismas en esa inmensa carnicería.

Eso no es así. Hay toda una historia previa, un desarrollo religioso, cultural y político en todo el mundo que va alterando las condiciones naturales de su vida hasta convertir a esos hombres (y tal vez mujeres) en una banda infernal para quienes 10.000 vidas, incluyendo la propia, son apenas un medio para obtener un resultado del que ellos no se benefician, a no ser en cuanto satisfacen por un instante su propio odio.

Si queremos entender lo ocurrido y prever lo que puede ocurrir de aquí en adelante, debemos tener en cuenta algunas aspectos históricos no siempre recordados.

a) El Islam es, muy probablemente, la creencia de los responsables del atentado (véase lo declarado por ciertos líderes de ese sector tras el asesinato de Abu Alí Mustafá por los israelíes, "La Nación", 28/8/2001, pag. 2, 3ra. col.)

Esta creencia, desde su origen, predica la "guerra santa" y no lo disimula. No pretende que aspira a respetar la libertad del prójimo ni predica la paz.

Fué fundado por Mahoma en el siglo VII de nuestra era quien, al morir en el 632, ya había conquistado una gran parte de Arabia y sometido a muchas tribus disidentes. Quince años después de su muerte, los califas que le sucedieron ya habían conquistado toda Arabia, Caldea, Iraq, Siria con Damasco, Jerusalén, Mesopotamia, Egipto y Persia. Y un siglo después estaban en Poitiers, ubicada en el corazón de Francia, habiendo ya conquistado España.

Fué una expansión conquistadora veloz resultante de una religión guerrera. "Islam" quiere decir "sumisión" a Dios. Ésta ha de ser voluntaria o por la fuerza del despotismo ad intra y de la guerra santa ad extra.

Esa sumisión llega hasta el fatalismo más completo que era expresado por Menem (musulmán, según sospecho) diciendo: "Nadie muere un día antes de su hora". Es decir, cuando llega la hora, es inútil eludirla.

Esta es la raíz de la fría decisión de los terroristas suicidas de matar y morir. El instinto de conservación ha sido anulado en ellos por estos dogmas suyos que contradicen la naturaleza en lo que tiene de más arraigado.

Vencer es necesario; para vencer, es necesario matar; si hay que morir, se muere, porque vivir no es necesario.

El Islam tiene 1.000.000.000 de seguidores en el mundo, muchos de ellos concentrados en la región del Medio Oriente en que se encuentra Israel.

Es muy posible que algunos "imanes", llevando al extremo el fatalismoy la declaración de "guerra santa" islámicos, alienten el fanatismo que inspira a los terroristas suicidas. De otro modo es inexplicable la reiteración de atentados de ese tipo que se han cometido durante los últimos años.

b) La creación del Estado de Israel en 1948 en el territorio de Palestina, como consecuencia de una decisión de las Naciones Unidas, nunca fué aceptada pacíficamente por los árabes en general y menos por los palestinos.

Desde entonces éstos últimos están organizados en diversos grupos guerrilleros y terroristas para combatir a Israel. El principal es Al-Fatah, del cual Yasser Arafat era el líder, luego nombrado presidente de la Organización de Liberación de Palestina (OLP).

Uno de los grupos más feroces de esta organización es el llamado "Septiembre negro". Curiosamente, el ataque a las torres de Nueva York se produjo en el mes de Septiembre.

Israel no ha dejado de estar en guerra con los árabes. Ha ganado todas las que peleó, por el valor de sus soldados pero, sobre todo, por la superioridad de su armamento que pudo siempre adquirir en los EEUU y otros países occidentales de avanzada tecnología.

c) En la segunda guerra mundial murieron 40.000.000 de personas. Sin embargo, en esa guerra las armas eran mucho menos mortíferas que las actuales. Sólo se vió el poder de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Una guerra mundial, hoy, sería probablemente el fin de la humanidad.

Independientemente de esa apocalíptica posibilidad, hay que recordar que las guerras son ocasión de enormes mutaciones morales y políticas.

Todas las guerras, pero especialmente las modernas, están plagadas de crímenes e inmoralidades. Y eso porque los violentos dominan en ellas y los violentos son capaces de cualquier atropello a la justicia. Sólo puede contenerlos una sólida disciplina interior basada en el amor a la justicia y en el honor. No creo que, hoy por hoy, estemos en el caso de confiar en el honor de los violentos contemporáneos.

¿Y quién garantiza que al terminar la nueva guerra mundial, si es que la humanidad no acaba, nos hallaremos en una situación mejor que la actual?

Los precedentes de las dos guerras mundiales del siglo XX son nefastos: de la primera resultó la innecesaria y arbitraria abolición de las monarquías y el Tratado de Versailles que abrió las puertas a Hitler. De la segunda, surgió la consolidación del comunismo al que se le entregó media Europa y millones de almas en el inicuo Tratado de Yalta.

* * *

De aquellas aguas vinieron estos lodos. Si el gobierno de los EEUU quiere parar aquí la caída por la pendiente del desastre en que parece que estamos puestos, debe tener en cuenta todos estos factores de los cuales parece desprenderse el siguiente planteo:

1) El desafío lanzado por el fanatismo islámico proviene de un odio basado en un error religioso y en un conflicto político. Sus métodos resultan de una satánica inversión de los instintos naturales, especialmente del más poderoso de ellos, que es el instinto de conservación.

El método de lucha empleado no permite confiar en los disuasivos basados, precisamente, en el instinto de conservación. Normalmente, si un asesino ataca, basta mostrarle un arma poderosa para detenerlo. No es necesario usarla.

Pero a un terrorista suicida la amenaza de ser muerto no lo detiene. La única forma de prevenir su acción es removiendo las causas psicológicas que lo lanzan al suicidio asesino o contrarrestando su fuerza con otra fuerza inmediatamente aplicada.

La segunda forma es muy aleatoria porque habría que tener guardias en millones de posibles blancos terroristas para detenerlos físicamente in situ. Una manera de reducir el riesgo podría ser armar y entrenar a toda la población civil. Pero aún así no se evitaría completamente el peligro.

Queda la primera que consistiría en desprestigiar, dentro del islamismo, a los "imanes" que predican la guerra santa total y suicida y a los gobiernos musulmanes que la apoyan. No creo que todos los "imanes" estén en esa actitud. Debe haber una vena intelectual y pacífica del mahometanismo, como la hubo en el Edad Media en que vivieron Averroes, Avicena y otros filósofos. Y entre los gobiernos, los hay como el de Jordania, que es civilizado y tratable.

2) Es evidente que mientras Israel continúe la actual política de imponer su presencia en el Medio Oriente, no habrá paz.

La posición de intransigencia total adoptada por los palestinos es excesiva. El origen del Estado de Israel es una imposición de las Naciones Unidas, pero sin el apoyo de los EEUU Israel no puede mantenerse como una nación independiente.

Ahora bien, ese apoyo le está costando al pueblo de los EEUU un alto precio de sangre y de recursos. El gobierno de los EEUU, en cuanto gestor del bien común de su pueblo, debería revisar su política basado en la extrema gravedad del atentado ocurrido el 11/9/2001 en Nueva York y en la gran posibilidad de que haya otros atentados gravísimos.

Israel no debe ser abandonado a la furia del islam, pero tampoco es justo que continúe la actual situación aún a costa de una guerra mundial que sería el fin de la humanidad.

3) Debe encontrarse una solución para Israel pero, simultáneamente, es procedente castigar militarmente a los gobiernos islamitas que apoyan a los terroristas o que se sirven de ellos. Un castigo contundente y dirigido contra sus instalaciones militares (los terroristas de Nueva York parecen haber sido pilotos militares entrenados ya que fueron capaces de volar los Boeing 707 secuestrados) y contra los gobernantes agresores hasta deponerlos; pero no contra las poblaciones.

En cada uno de esos países debe haber gente capaz de gobernar conforme al Derecho de Gentes. Pero el despotismo de los gobiernos perpetuos que hay en algunos países islámicos les cierra el acceso al poder. La fuerza de los EEUU debe abrirles camino, pero no imponer títeres al servicio del "establishment" norteamericano.

En esta acción político-militar también hay un aspecto moral que es indispensable: debe quedar cristalinamente claro que los EEUU no actúan al servicio de ningún interés económico sino por un mandato de justicia, por el bien del pueblo norteamericano, la paz del mundo y por el bien de los pueblos árabes.

Inclusive se puede pedir al Papa que guíe mediante un documento doctrinario una acción de paz con justicia y ordene al clero prestar su apoyo moral junto al pueblo de todas las naciones.

4) Como es la paz de todo el mundo la que está en juego, todos los gobiernos civilizados, incluyendo el argentino, deben apoyar un esfuerzo tal por parte de los EEUU. Apoyarlo en el foro de la opinión mundial, en las Naciones Unidas y en los aspectos prácticos de su ejecución.

Recemos constantemente para que Dios ilumine a los que deben tomar las decisiones. El momento no puede ser más grave.



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