El mal menor y el voto en blanco

Cosme Beccar Varela 

LBM #195

13/7/2001



Con el argumento del "mal menor", completado con el de "voto útil", se consolida el dominio de una clase política de aprovechadores que no sirven al bien común.

Ellos forman un "club" exclusivo al que no admiten terceros en disidencia. "Disidente" es, para ellos, alguien que realmente quiere servir el bien común. En especial cualquier ciudadano que, en nombre de la verdad y de la capacidad del hombre para conocerla por la razón y por la fé, rechazase la filosofía agnóstica y relativista que es la base de prácticamente todas las posturas políticas, periodísticas y empresariales.

Las disidencias entre los partidos dominantes pueden ser varias, pero coinciden en que el pueblo debe optar sólo entre ellos y tienen un denominador común: la ambición personal y la subordinación del bienestar general a sus intereses políticos.

La teoría moral del "mal menor" sólo es aplicable si se resuelve primero un problema científico: ¿cuál es el mal menor aquí y ahora?. Lo cual a su vez supone tener criterios verdaderos y claros sobre qué es el mal, qué clases de mal existen y cuales son moralmente tolerables para una persona de bien.

Porque no debemos olvidar que elegir el "mal menor", sea como sea, es elegir y hacer el mal.

Lo cierto es que hay males que, aunque sean menores que otros, no se pueden cometer jamás. Por ejemplo, matar cinco niños es un mal menor que matar cien niños. Sin embargo, nadie puede elegir que se mate a cinco niños para no matar a cien.

Por eso, para que la teoría del "mal menor" no se convierta en un crudo maquiavelismo para el cual "el fin justifica los medios", se debe resolver todos estos problemas con profundo conocimiento de causa y acabado conocimiento de los hechos.

Aquí no basta la teoría. Se debe ir a los hechos. El ciudadano es como un juez que hace "comparecer" ante sí a los candidatos con sus historias, sus títulos y sus propuestas, investigando en fuentes seguras y variadas, consultando a entendidos en asuntos políticos que a la vez tengan una buena formación filosófica y sean agudos observadores.

Por último debe juzgar, preguntándose si hay engaño, si hay reticencia, si hay silencios sospechosos, si lo alegado por los candidatos es verosimil. Y todo esto con tanta mayor acuidad cuanto que no se trata de un asunto baladí sino del bien de todos, de la Patria, de su familia y de sí mismo. No es con cualquier opinión del momento que se resuelve un asunto de tanta gravedad.

El Moderado (personaje bondadoso que agrada profundamente al "establishment", pues no molesta) no se preocupa por minucias científicas y "sabe" precisamente cual es el mal menor en cada caso consultando el oráculo de los medios de difusión.

El quiere distinguirse del Fanático (nombre con que el "establishment" designa a quien hace cuestión de principios cuando se trata de tomar decisiones políticas) y asi engrosa el electorado de uno u otro de los candidatos aceptados por el "club", haciendo gala de una superficialidad asombrosa que sólo usa para los asuntos públicos, porque a sus intereses personales les dedica los mayores cuidados y precauciones.

Aplicada con prudencia y sabiduría, la doctrina del "mal menor" es moralmente inobjetable. Aplicada con superficialidad y en asuntos graves, como la política, es moralmente repudiable.

Es una de las causas principales de todas las decadencias y catástrofes de la Historia. A ella le deben todos los mediocres y muchos malhechores el éxito de sus carreras. Ella es la causa de que los países católicos hayan derrapado miserable e incesantemente desde los tiempos en que "la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados" (son palabras de Leon XIII referidas a los tiempos de San Luis IX, rey de Francia) hasta éstos en que la filosofía del cinismo, de la crueldad y del ateismo domina a los pueblos.

Y si la combinamos con la teoría del "voto útil", ella es la responsable de que nunca haya sido posible organizar partidos políticos compuestos por hombres y mujeres de bien, con auténtica vocación de servicio.

Estando el "club" en posesión de todos los cargos y de todos los fondos, es "inútil" votar por candidatos sin posibilidades, aunque sus calidades intelectuales y morales sean incomparablemente mejores que las de los socios del "club".

Esta situación sólo se resuelve con la educación de las nuevas generaciones para que no sean como la que hoy actúan, para lo cual es útil que haya muchos que denuncien esta infame aplicación de la tesis del "mal menor" y se nieguen a aceptarla.

Por ejemplo, en la próxima elección de Octubre (¡qué cerca está y qué poco le interesa a la gente!), vote en blanco. Pero en blanco, no quedarse en su casa y no votar. Tómese el trabajo de ir al comicio y depositar su incontaminado sobre en la urna.

Y asi sucesivamente, mientras el "club" no abra juego a los que quieren servir realmente al bien común, cosa que no se vislumbra ni remotamente todavía. Y a quienes le vengan con la imbecilidad de que "eso favorece al que gana", ni le conteste. He comprobado que es inútil.

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