Todo esto es tan ordinario y ramplón, que si no fuera trágico, sería para reírseles en la cara

Cosme Beccar Varela 

LBM #198

18/7/2001



Es asombroso el bajísimo y ordinarísimo nivel en que transcurren las cosas graves que están ocurriendo.

Todo parecía girar, en las 24 horas que pasaron, en torno de lo que harían los gobernadores peronistas. Los radicales ya habían firmado un "Compromiso por la Independencia".

Los peronistas, después de insultarse con Cavallo (que también debe su carrera política en gran parte el peronista De la Sota que lo incorporó como candidato a diputado en las listas del peronismo cordobés), de que Cavallo se convenció, en medio de las brumas de su terrible soberbia, que sus desplantes eran contraproducentes y le pasó el bastón de baile a Colombo, se llegó a un acuerdo que se denominó "Apoyo Institucional para la Gobernabilidad de la República".

En ninguno de los dos acuerdos se dice nada que los políticos que los firmaron se propongan cumplir.

Pero no tiene importancia si lo cumplen o no, porque a pesar de todo el "show" que hace Cavallo echándole la culpa a las Provincias por el enorme deficit fiscal (lo cual es falso), el verdadero padre del deficit es el Estado Nacional que es, a su vez, casi la única fuente de recursos que tienen la mayoría de las Provincias. Si no les manda fondos, no tienen cómo gastar. Y cuando se los manda, los dilapidan los políticos lugareños en cometer sus trapisondas, siendo el campeón nacional en este materia el hombrecito de Bein (Ruckauf).

Al mencionar a Ruckauf no puedo dejar de comentar, pues hace al tema, el teatro que hizo durante la firma del acuerdo.

La foto que publican los diarios, en especial la de "La Nación" (pag. 4), lo muestra junto a un De la Rúa que está obviamente "en otra", enajenado y paseando imaginariamente por los cerros de Úbeda, y está poniendo una cara que es mucho más graciosa (sino fuera tan trágico el momento) que la careta de sonreir que usa permanentemente. Es tan obvia la artificialidad de esa expresión que ni siquiera le sirve para los fines de segunda clase que intenta.

El hombrecito de Bein, con sus facciones enlutadas quiso contrarrestar el plan de Colombo, jefe de gabinete y correveidile del gobierno, que era de un simplismo ramplón y que consistía en firmar cualquier cosa pero en la Casa Rosada, con el Presidente y los gobernadores apareciendo juntos para la foto.

Ruckauf, el muy pícaro, le arruinó un poquito la genial estrategia a Colombo. Éste, sin embargo, a raíz de su actuación en el evento, ha merecido, como los toreros, dos orejas y el rabo del "toro" que venció en el ruedo de los gobernadores. Y el periodismo lo cubre de elogios y lo llama "piloto de tormenta", "peso pesado del gobierno" (sin ironía sobre su voluminosa figura), "hiperactivo" (esto, que debería ser lamentado como una enfermedad y, en todo caso, como una prueba de falta de reflexión, se ha convertido, gracias a Cavallo y sus duendes internacionales, en un elogio), etc..etc (ver "La Nación", 18/7/2001, pag. 4, 6ta. col.)

Cavallo, por su parte, pidió a los Bancos, a las Telefónicas, a Repsol y a otras "privatizadas" que adelanten los impuestos del 2002 y 2003, con lo cual ya juntó, en promesas, $800 millones y quiere $200 millones más.

Como es obvio, esto es "pan para hoy y hambre para mañana" porque ninguno de esos señores que tiene en vez de ceño, un signo pesos entre los ojos, le va a regalar nada a nadie ya que eso disminuye los recursos que se pueden regalar a sí mismos.

De la Rúa, por su parte, además de sacarse la foto con los gobernadores, se puso frente a una video grabadora y juró por todo lo que más quieras ante cinco empresarios españoles que lo miraban, repantigandos en sus grandes sillones de cuero desde Madrid, que nunca de los nuncas devaluaría y que "la convertibilidad no se toca", desempeñando el papel de "entero y decidido" ("Clarín", 18/7/2001, pag. 8).

Ayer comentaba un diario que era tal la multitud de paniaguados, politiqueros, ministros, funcionarios, hijos del Presidente y demás "íntimos" que circulan por la Casa Rosada en estos días, que sería bueno poner semáforos para que no se lleven por delante unos a los otros.

Y más allá y por fuera de este carrousel frívolo e irreflexivo en que se privilegian las apariencias antes que las realidades, el país real y subterráneo, sin voz ni voto, se angustia y teme por la Patria y por sus pocos bienes y recursos.

Para darse una idea de las enormidades que el gobierno está cometiendo en esta crisis, el decreto 896/2001 en que se establece el sistema del "deficit cero", después de cercenar diversos derechos de jubilados, empleados y proveedores del Estado dispone:

"Esta ley (N: ¡y es un decreto!) modifica en lo pertinente toda norma legal, reglamentaria o convencional que se le oponga y no se podrá alegar la existencia de derechos irrevocablemente adquiridos en su contra. La presente norma es de orden público. No se podrán ordenar en las causas que con motivo de ella se interpongan, medidas cautelares que afecten su cumplimiento, resultando inaplicables los artículos 195 a 233 del Código Procesal Civil y Comercial (N: que son los que habilitan las medidas precautorias)"

Los sindicalistas, que son a su vez unos irresponsables y que forman parte del mismo carrousel, pero adoptando muy de vez en cuando "facias feroces", han preparado una huelga general para mañana. No podían dejar pasar la tremenda injusticia de esta nueva tropelía oficialista sin hacer algo pues hubieran quedado todavía más quemados de lo que ya están.

Esto será aprovechado por los activistas de izquierda para continuar con su inexorable plan de destrucción del orden con piquetes, cortes de rutas y calles y otras violencias.

Y el gobierno dejará hacer. Con lo cual el caos de arriba será completado por el caos de abajo. Y la Nación, siempre cayendo.

Lo más penoso del caso es que todo esta aventura política, que le puede costar el cargo a los ministros y hasta al propio Presidente, se emprende para sostener el atropello más descarado contra los derechos de amplios sectores de bajísimos recursos y conseguir con eso un ahorro mínimo del gasto público, mucho menor del que podría obtenerse si se adoptaran las políticas que sugerí en el nro. 194 de este diario, por ejemplo. Pero ocurre que esto exigiría enfrentarse con las Finanzas Internacionales que mantienen a Cavallo en el poder. Y esto, misteriosamente, ninguno de los políticos, de cualquier signo que sean, lo propone ni lo quiere. Y si lo propusieran, sería por demagogia. Y si lo hicieran, lo harían por odio de clases y no por justicia y, además, lo harían mal y hasta aprovecharían para "hacerse una diferencia"...

Es clarísimo que no queda otra salida que movilizar las reservas morales e intelectuales de la Nación, por afuera del entramado político actual y en contra de él, para substituirlo enteramente.

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