El caso del Padre von Wernich. Una letal combinación de odio, miedo y estupidez.

Cosme Beccar Varela 

LBM #814

11/10/2007




Odio. Odio injusto, descarado, potente, asesino. Odio que sólo se sacia destruyendo todo lo que odia, y lo que odia no se identifica por culpas personales sino por la mera pertenencia a las clases y grupos odiados.

No interesa probar la autoría de un hecho odioso. Eso es secundario. Apenas cabe cumplir las formalidades que oculten detrás de sus falsos oropeles la hedionda realidad del odio. Odio frío, calculado, decidido, con voluntad de destruir hasta los cimientos y sobre el yermo de la destrucción esparcir sal para que no pueda jamás rebrotar ni siquiera un humilde retoño de la raza odiada.

Odio militante, organizado, apoyado sobre sofismas largamente elaborados que no pretenden convencer sino apenas imponerse por la amenaza y el soborno. Los que concretamente hubieran padecido los agravios con los que el odio se disfraza, son apenas una casualidad, una excusa descartable para disfrazar el odio con los ropajes de la justicia.

Odio que difícilmente refrena su deseo de matar, aniquilar, degradar hasta la nada pero que, por cálculo, intenta convertirse en una plañidera reivindicación de víctimas que en realidad desprecia. Al odio no le importan las víctimas que dice defender, sino las personas que quiere aniquilar. Si le dieran a elegir entre resucitar a las víctimas o aniquilar a quienes odia, elegiría aniquilar a estos y no resucitar a aquellas.

Odio espantoso, odio que mancha a toda la sociedad por su mera existencia, odio inextinguible, que no se satisface con nada más que con la carne y la sangre de quienes odia.

* * * 

Ante semejante "tsunami" del odio adueñado hoy del poder, de todo el poder, aparece el miedo, el miedo cerval, paralizante, que inspira las sumisiones más abyectas, las cobardías más viles, las traiciones, los abandonos del amigo y del herido, las fugas desesperadas que dejan girones de hombría en las alambradas.

Miedo que inspira todas la felonías, todos los silencios, todas las delaciones, todas las concesiones indignas, todas las renuncias al honor, las degradaciones más despreciables, las pasividades más rendidas.

Miedo que inventa mil astucias para ocultar su repulsivo afeminamiento, miedo que sugiere olvidar todos los promesas, miedo que rompe todas las lealtades, aún las que se deben a Dios, a la Justicia y a la Patria. Miedo maloliente de heces furtivas, miedo que sugiere las agachadas más inesperadas, miedo que se somete al amo temido con un vínculo deleznable, miedo que provoca apostasías y abandonos aún de lo que nunca debería ser abandonado.

* * * 

Esta es mi conclusión ante el repugnante espectáculo ofrecido por el linchamiento del Padre von Wernich. Miente quien diga que fue un juicio. Nada lo asemejaba a esa antigua formalidad de la Justicia. Presidían tres individuos llenos de odio al catolicismo y a la Argentina tradicional, paralizados por el miedo a sus instigadores que son los dueños del látigo y de la bolsa, supuestos jueces que nunca consiguieron disimular su odio y su miedo porque no pudieron siquiera acercarse a las apariencias de lo que es un juicio imparcial.

Aquello fue un aquelarre. Una plebe de marxistas llenos de odio los vigilaba desde las tribunas y un Fiscal prevaricador, como si fuera un burócrata que llenaba una planilla y consciente de que mentía, usaba testigos falsos, a sabiendas de que eran falsos, para acusar al sacerdote. Pero el Fiscal temía más de lo que odiaba. Su "sagrada" carrera estaba en juego, sabía que detrás suyo, el espionaje del odio vigilaba cada una de sus palabras y cada uno de sus movimientos.

* * * 

Los instigadores del odio contaban también con el odio y el miedo de los periodistas, cronistas y comentadores de los grandes medios de difusión. Ellos son los encargados de pulsar la cuerda de la estupidez generalizada, parte indispensable de esta sinfonía infernal. Los idiotas a una, como un coro siniestro, repetían unánimemente el libreto que les daban los plumíferos y lenguaraces de los medios de difusión.

La prensa en general es un burdo panfleto que difunde a los cuatro vientos la versión del odio y la sugestión del miedo. La gente, incluyendo los "buenos" padres de familia y los "buenos" empleados de oficina y los "buenos" sacerdotes de parroquia y los "buenos" católicos de misa dominical y los "buenos" estudiantes enamorados de su carrera y los "buenos" miembros de las "clases cultas" y los "buenos" enriquecidos que gozan de sus placeres y los "buenos" militares y las "buenas" mujeres que gozan de una fama de virtuosas, todos los "buenos" del país, leían esos panfletos y por miedo a disentir de la opinión general, aunque sospecharan que aquello olía a falso, aceptaban la versión del odio y opinaban de conformidad.

Esa es la estupidez consentida que termina siendo tan malévola como la maldad del odio, porque es su instrumento necesario. Sin ella los fuegos del odio no incendiarían ni los hielos del miedo paralizarían.

La estupidez, sin el más mínimo análisis acepta lo que odio inventa y lo que el miedo sugiere. La estupidez no admite las objeciones del sentido común, no tolera disensiones frente a las consignas del odio, no oye las exhortaciones al coraje de los que comprenden que es necesario resistir a las sugestiones nefastas del odio y del miedo. Cerrada sobre sí misma, la estupidez no quiere pensar, se hace pertinaz, militantemente pertinaz.

Confortada por la unánime estupidez que la rodea se enorgullece de ser parte de la sagrada mayoría. ¡Distinguirse, jamás! La independencia es el vacío, el aislamiento, la muerte del mediocre, que es gregario por definición. La estupidez se abroquela en sí misma, se ensoberbece, exige el reconocimiento y la sumisión de los disidentes que pretendan mantener su lucidez y si no se someten, los rechaza como locos peligrosos. Descalifica a quienes la alertan y desprecia a quienes intentan advertirle las consecuencias de su ceguera. Exige que se la deje marchar a paso firme rumbo al suicidio.

El odio le dicta una consigna que la estupidez acepta: "¡Pide reconciliación!". El odio sabe que con eso desarma la poca combatividad que les quede a los "buenos" y ensancha el espacio del odio para desplegarse desde el poder que detenta. "¡Reconciliémonos!", propone el cordero a instancias del lobo que sonríe mostrando sus afilados dientes... Y el cordero proclama la reconciliación, mientras el lobo estudia en qué lugar del cuello morderá a su pacífica presa.

* * * 

El temor (¿a sus superiores eclesiásticos?) y la insensatez con citas bíblicas, suscitaron la actuación del Padre von Wernich. No es delito ser insensato o tener miedo, pero a los agentes del odio y a sus sirvientes togados les bastaba eso para llevar adelante su parodia judicial. Debieron probar que mató y torturó o contribuyó a que otros mataran y torturaran, pero no lo probaron de ningún modo.

He leído las 113 páginas del pedido de elevación a juicio oral del Fiscal Sergio Franco -que fue el libreto de la parodia judicial- y puedo asegurar, como abogado con casi 50 años de experiencia, que el escrito no es más que un engendro del odio, de una parcialidad enceguecida y que no prueba nada contra el Padre.

No me he informado de la parodia escenificada durante estos meses en La Plata sino muy de vez en cuando. Me daba demasiado asco ver al odio en acción. Pero por los pantallazos de ella que he visto y por su resultado, puede verificarse que se trata de la misma basura jurídica.

Frente a ese despliegue de torpeza y de odio desatado, sólo cabía el rechazo indignado, la tacha de nulidad, la acusación ante Dios y ante la Historia de la iniquidad intentada. Poco de eso se hizo y los sicarios del odio lograron su objetivo frente a una platea nacional de malvados, de cobardes y de idiotas.

Según el viejo adagio jurídico que manda tener por inocente a quien no se le pruebe culpabilidad, estoy autorizado a suponer que el Padre es inocente y sobre todo, a afirmar que jamás violó el secreto de confesión, motivo por el cual sigue incólume el honor de la Iglesia pues jamás se oyó decir que uno de sus sacerdotes lo haya traicionado. Teníamos que llegar a esta Argentina prostituida para que se tratara de deshonrarla también en eso, aunque con las notas de falsedad difamatoria que tiñen el intento, no habrá jamás un solo historiador imparcial que lo tome en serio.

* * * 

El temor y la insensatez dictaron la veloz declaración de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, integrada por Monseñores Bergoglio, Radrizzani, Villalba y Fenoy -tan veloz que ni siquiera pudieron esperar a que la inicua sentencia estuviera firme-, que dice así:

"En estos días la Iglesia en la Argentina está conmovida por el dolor que nos causa la participación de un sacerdote en delitos gravísimos, según la sentencia del Tribunal Oral Federal Nro. 1 de La Plata.

"Creemos que los pasos que la justicia da en el esclarecimiento de estos hechos deben servir para renovar los esfuerzos de todos los ciudadanos en el camino de la reconciliación y son un llamado a alejarnos, tanto de la impunidad como del odio o el rencor.

"Reiteramos, una vez más, lo que expresamos los Obispos argentinos: "Si algún miembro de la Iglesia, cualquiera fuera su condición, hubiera avalado con su recomendación o complicidad alguno de esos hechos (la represión violenta), habría actuado bajo su responsabilidad personal, errando o pecando gravemente contra Dios, la humanidad y su conciencia". Y también recordamos el pedido de perdón realizado por la Iglesia en el acto de apertura del Encuentro Eucarístico Nacional (Córdoba, 8 de septiembre de 2000).

"Pedimos a Jesús Misericordioso y a nuestra Señora de Luján que nos acompañen en este doloroso camino hacia la reconciliación de todos los argentinos".

La declaración comete las siguientes enormidades: 1) da por sentado que la sentencia es válida y que está firme, sin tomar en cuenta la notoria nulidad del "show" judicial que la precedió; 2) considera al Padre von Wernich como un criminal convicto cuando lo único que se sabe con certeza es que ha sido víctima de un lichamiento político y 3) acusa a la Iglesia de culpas de las que tuvo que pedir perdón, o sea, declara abolido su indeleble carácter de Santa.

De la Declaración en similares términos emitida por la Comisión de Justicia y Paz (podría llamarse mejor, de Injusticia y Odio) presidida por el "tercermundista" Monseñor Casaretto y del lastimoso "arrepentimiento" de Mons. de Elizalde, puede decirse lo mismo. De este último, que tenía comunicación frecuente con el Padre von Wernich, puede agregarse un reproche especial por su doblez. El terror a sus colegas del Episcopado y al gobierno no justifica semejante bajeza.

* * * 

Tomen nota los incautos, en especial, los oficiales del Foro de la Fuerza Aérea que recomendaron mediante un comunicado del 4/10/2007 votar por Sobisch, Rodriguez Saa, Lavagna o Carrió, que los tres últimos se sumaron al odio y al fraude judicial diciendo que se alegraban de la condena contra el Padre von Wernich: "Me alegro mucho, muchísimo..." (Carrió). "Uno siente alegría porque hubo una decisión clara..." (Lavagna). "Me parece bien que la Justicia actúe y que los crímenes terminen siendo sancionados" (Rodriguez Saa). ¿Es eso "respeto a la Iglesia, respeto y consideración a las Fuerzas Armadas, Fuerzas de Seguridad", como dice el comunicado de los aeronautas?

* * * 

No sé ni puedo saber si en algo falló el Padre von Wernich. Sólo sé que la parodia de juicio y el linchamiento del que fue víctima no prueban nada en su contra y, por lo tanto, veo claramente que la actitud de los Obispos nombrados es escandalosa.

Se ha abierto un ancho cauce al odio contra la Iglesia, con la colaboración de esos prelados. Intentarán ahora suprimir los capellanes de las FFAA y de las FFSS, intentarán separar aún más la Iglesia del Estado e intentarán abolir la vigencia pública de la moral católica, como ya lo hacen con la criminal campaña pro-aborto. Y además -se lo recuerdo a los timoratos integrantes de las FFAA que violan todos los días su juramento de defender la Patria- convertirán a las FFAA en la fuerza pretoriana de la tiranía marxista en gestación.

Al mismo tiempo -y esto se lo advierto a los tontos de todo pelaje- irán suprimiendo las libertades y los derechos individuales, como ya lo hacen en Cuba y en Venezuela, de manera que si piensan salvarse ellos dejando caer a los que resisten, se equivocan de medio a medio: ellos también van a perder esas libertades y esos derechos. El odio que mueve a la secta que nos tiraniza es insaciable y no se detendrá ante ninguna ilegalidad ni ante ningún crimen y no perdonará ni siquiera a los tontos.

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