Política-ficción, aunque no tanto...

Cosme Beccar Varela 
LBM #205 
27/07/2001 




Argentina 2017. Se acercaba la elección presidencial. Los 5 directivos del Partido Único de Centro Rabioso (PUCR) y los 5 del Partido Unico de Extremistas del Centro (PUEC) están decidiendo en reunión conjunta la elección de los dos únicos candidatos a Presidente que se presentarán en el acto.

- Esto de las campañas electorales es una reliquia del pasado que tenemos que enterrar definitivamente - dijo uno de los directivos del PUCR.

- Tiene mucha razón - respondió uno de los del PUEC - Sobre todo porque en realidad, las elecciones son un mero trámite. La gente debe votar, sí o sí, por los dos candidatos elegidos en esta reuniones.

- Y de esos candidatos gana inexorablemente el que queremos nosotros, previa inducción en el electorado de la decisión de voto a través de la Cadena Unica de Periodismo Libre (CUPL), dueña de todos los canales de TV y de todos los diarios y de la Unión Unificadora de Encuestadoras Serias (UUES).

- Bueno, bueno - dijo el decano de los presentes, un hombre de 75 años a quien los otros toleraban porque tenía una memoria de elefante-, no exageremos. Los candidatos los elegimos nosotros, pero después el pueblo evalúa sus calidades y sufraga por el mejor.

La nota común de los demás miembros de ambos consejos era el más cínico descreimiento en el juicio del electorado asi que le respondieron con un desprecio condescendiente que eso no era asi y que el electorado votaría por cualquiera que le propusieran, siempre que el CUPL y el UUES cumplieran debidamente con sus respectivos papeles.

Como el viejo memorioso insistiera, resolvieron hacer una prueba: proponer la candidatura de dos personas inexistentes.

- Asi verá Ud. que la elección popular somos nosotros y todo lo demás es una formalidad.

Eso si, como siempre, las dos dirigencias partidarias se pusieron de acuerdo para repartirse el poder, cualquiera fuera el resultado y quienquiera que se indicara para ejercerlo.

Fueron anunciadas las candidaturas de John Smith por el PUCR y de Tim Gordon por el PUEC (la globalización había puesto de moda los nombres ingleses). Se contrataron dos actores uruguayos que los representarían en las inevitables apariciones públicas. Se inventaron sendas biografías, que indicaban largas estadías en el extranjero. Se convocó a los principales dirigentes de la CUPL y de la UUES a quienes se inició en el secreto y el juego se puso en marcha.

El anuncio de las candidaturas fué recibido por el público con la frialdad con que acostumbraba recibir las noticias políticas.

La campaña empezó. Carteles en las calles, publicidad en la televisión y en los diarios, anuncio de medidas de gobierno, actos públicos, en fin, todo lo que se debe hacer en una campaña.

Las encuestadoras serias empezaron a dar los resultados de las compulsas de opinión. John Smith gozaba de una intención de voto mayor que la de su rival. Se le otorgaba un 32% del electorado sobre 29% del otro. Había un 39% de indecisos. Poco después estos porcentajes variaban. Los candidatos pasaban a estar casi iguales.

Los diarios publicaban declaraciones de ambos, pero los comentarios más favorables siempre eran para John Smith. Los analistas políticos escribían sesudos artículos sobre la habilidad de Smith y difundían cavilosas dudas sobre la honradez de Gordon.

Se hacía saber que Smith tenía un equipo de técnicos de primera calidad y que su gobierno respetaría la estabilidad (el país había sido aletargado con lo cual se había conseguido una estabilidad perfecta).

Gordon presentaba un programa casi idéntico y un equipo de gobierno igualmente valioso. Pero los analistas y las encuestas seguían considerándolo perdedor. Gordon se debatía contra ese sino fatal, pero era inútil: la intención de voto estaba inexorablemente con Smith.

Hasta que llegó el día de la elección. Como era de prever, Smith ganó de punta a punta. Pero como buen centrista, anunció que designaría a Gordon como Jefe de Gabinete.

El voto era optativo y votó sólo el 27% del padrón, con un 73% de abstenciónes. La gente se había convencido de que era inútil votar y que su situación no mejoraba ni con unos ni con otros.

Esa noche se reunieron nuevamente los directivos del PUCR y del PUEC para festejar la victoria. El viejo democrático, horrorizado por el éxito alcanzado por sus cínicos colegas había muerto de un ataque al corazón durante el escrutinio.

Seis meses después, cuando John Smith recibió la banda presidencial, ya no era el actor uruguayo el que lo personificaba sino uno de los propios integrantes del grupo directivo. Pero ya nadie se acordaba de la cara de ninguno de los dos actores y a nadie le interesaba hacer un esfuerzo para acordarse. Algunos tuvieron una ligera duda sobre la cara del Presidente, pero la desecharon como irrelevante. En el discurso de recepción del mando el que hacía de Smith dijo que todo había sido un triunfo de la democracia.

Y también de la irresponsabilidad, de la corrupción y del desgobierno. Pero eso no lo dijo.

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