La alegría de ser argentino

Cosme Beccar Varela 

LBM #199

19/7/2001



La Argentina es un gran país. Los argentinos lo sabemos, intuitivamente, aunque le debamos "a cada santo una vela" (si es que vale el dicho para referirse a la deuda externa con los Bancos que no son santos, al menos de mi devoción) y aunque tengamos una "dirigencia" de pésima clase.

Sin embargo, es agradable verlo confirmado por uno de los organismos internacionales más importantes en la liturgia laica internacional: las Naciones Unidas.

Según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano (PNUD) la Argentina va a la cabeza de América Latina y supera, por su calidad de vida, al resto de los países de la región ("La Nación", 11/7/2001, pag. 2)

Estamos en el puesto 34 en el conjunto de los 162 países del mundo. La medición hecha por la ONU se hace en función de un llamado "Indicador del Desarrollo Humano" (IDH) que tiene en cuenta diversos factores que no se relacionan ni directa ni únicamente con la riqueza, aunque no la descarta porque mide el ingreso per capita (el nuestro es de u$s12.277 al año).

Los otros factores son la alfabetización (que es el 96,7 en nuestra Patria), la esperanza de vida (aquí, de 73,2 años de edad), la salud, la educación y la participación en la política.

En todo eso somos excelentes en Latinoamérica y 34tos. en el mundo, según la ONU y según mediciones del año pasado.

No sé cómo serán esas mediciones. Creo que no consiguen desprenderse del todo del morbo economicista y juzgan menos la calidad que la cantidad. Por ejemplo, en vez de estudiar si somos un pueblo sano, averiguan cuánto hemos gastado en hospitales.

Eso, ciertamente, es una pista, pero no es la única. Visto desde otro punto de vista, puede ser que haya hospitales fabulosos y modernos y un pueblo de enfermos. Y al contrario.

Y ¿cómo entran los 1.600.000 niños que están cayendo en el retraso mental por mala alimentación, según reveló el estudio del CEMIC que publiqué en el Nro. 174 de este diario (12/6/2001)? Esos pobres niños pobres, no van al Hospital. Lo que necesitan es no sólo comer bien sino también participar de la cultura argentina, pues la falta de todo eso es la que produce ese daño espantoso en sus cabecitas.

Este es un punto negro, negrísimo, en nuestra vida nacional, sobre el cual pedí y pido una urgente solución, antes que para cualquier otro problema. Por este sólo punto mereceríamos que nos degradaran atrás de Burundi, que está en el puesto 160 del PNUD.

Sin embargo, este crimen colectivo no impide que siga siendo verdad que la Argentina es el país excelente de América Latina.

* * *

Quisiera agregar a los datos y factores considerados por la ONU, otros que hacen más al sutil reino de las calidades que al mensurable terreno de las cantidades.

Nuestra Patria es excelente, sin desmerecer a nadie, porque tiene un pueblo, una naturaleza, unas costumbres, una inteligencia y hasta unos defectos de mucha categoría.

El pueblo es muy variado en sus condiciones, hay innumerables clases sociales que exhiben cada una lo suyo, pero entre todas hay cohesión social revelada en la facilidad de trato. No hay castas altaneras que se segregan.

Antes de seguir debo hacer una aclaración. Esta y las siguientes observaciones las hago en general. No ignoro que hay una cantidad de idiotas que "se creen mil" y que se apartan para sólo tratar con otros como ellos. Pero estos son una especie de pústula que no define a nuestra sociedad. De hecho, ellos se ponen fuera de la sociedad argentina y se sienten parte de la sociedad globalizada de los "ricos y famosos". No interesan a los efectos de este estudio.

No hay odio de clases, aunque la propaganda de ciertos políticos (especialmente Perón) haya creado un recelo y un resentimiento que antes no existía. Pero aún así, no consiguió convertirlos en odio. Por eso a Menem no le costó mucho transformarse en un "snob" que bailaba en el Alvear y que jugaba al golf en el Jockey CLub sin que a los obreros les pareciera mal. Por el contrario, se enorgullecían de eso, como ahora se ufanan de verlo convivir con una vistosa rubia de finas maneras.

El pueblo argentino es más bien de gente proporcionada y sus mujeres son famosamente bellas. Los hombres, bien desarrollados, con una estatura normal.

La alimentación es saludable y los hábitos de comida son civilizados. A la gente le gusta comer en familia y prefiere sentarse y tomarse su tiempo para hacerlo, antes que devorar algo al paso.

La hora de comer trata de ser un momento de convivencia social con la familia o con los amigos o compañeros. Salvo las nuevas generaciones que se están "yanquificando" bastante, el argentino adulto toma moderadamente vino o cerveza, complemento indispensable de una conversación fluida. Hay muy pocos ebrios. Aquí no hay un Bowery, como en Nueva York, en que se ven borrrachos perdidos durmiendo en la vereda.

La familia es vital para los argentinos. Por ella trabajan y luchan. Con orgullo cuentan los éxitos de sus hijos y quieren siempre que tengan una educación mejor que la propia para que suban en la escala social. Y los hijos cuando suben, no se olvidan de los padres de menor condición a quienes les están agradecidos.

Los ravioles de la abuela los domingos, son sagrados o según la región, otras comidas. Los abuelos son el centro de reunión de los hermanos casados y de los primos. Hay pequeños "clanes" por todas partes y en todas la clases sociales.

Hay muchos niños, a pesar de la propaganda en favor del control de la natalidad. Y los niños son tratados paternalmente, aún por los desconocidos. Nadie se atrevería a maltratar a un niño en público, aunque sea su hijo.

La gente es limpia. Aún el que anda sucio, lo hace a su pesar porque preferiría estar bañado. Los pobres tratan de mantener su dignidad. No dejan que la miseria los degrade. Y cuando alguien está en graves dificultades económicas trata de esconder su situación, porque aprecia su dignidad y cree que el empobrecerse lo desmerece.

Las mujeres son muy femeninas y delicadas, pero muy poco feministas. El fenómeno importado del feminismo no ha contagiado a las argentinas, excepto a ciertas políticas que se ponen en ridículo propiciando cupos y otras excepciones que son más una prueba de debilidad que de auto-afirmación.

Las argentinas prefieren mil veces ser tratadas como damas que como "machonas".

La aristocracia argentina no está compuesta solamente por las pocas familias tradicionales que no han decaído, sino por muchas personas y familias que se han refinado hasta la altura de cualquier linaje.

Nuestra aristocracia tiene la capacidad (no siempre usada) de tratar con cualquier nobleza del mundo de igual a igual. Es una escuela de sensibilidad, de buen gusto, de señorío, de elegancia, de "savoir faire, savoir dire et savoir plaire" de primer orden.

Esto es uno de las factores más importantes para medir el "desarrollo humano". Cuando una sociedad produce una aristocracia así con capacidad de absorber y formar a quienes ascienden, con toda naturalidad, esa sociedad ha alcanzado una gran altura cultural. Y la permanencia de esa aristocracia es fundamental para que esa cultura no desaparezca.

La ausencia de una clase asi es, por el contrario, un síntoma de atraso.

La aristocracia argentina tiene un trato fácil con todas las clases. No se aleja, no vive aislada, no tiene tampoco grandes riquezas ni las necesita para ser quienes son. La calidad exige, por supuesto, un cierto nivel económico mínimo de suficiencia sin lo cual decae tristemente. Pero ese mínimo aquí no es muy grande. Y esta es otra prueba del desarrollo humano superior de la Argentina.

Por supuesto, los tiranos que nos gobiernan que quieren reducir esos ingresos y esos pequeños patrimonios a poca cosa mediante impuestos lapidarios, hacen peligrar ese delicado equilibrio económico en que vive nuestra aristocracia y con eso destruyen la cultura argentina.

El pueblo argentino es inteligente y habilidoso con sus manos (habilidad ésta que es la expresión visual de la inteligencia). Prueba de eso es la cantidad enorme de cienctíficos, arquitectos, músicos, médicos, profesores y deportistas argentinos que descuellan en todo el mundo. Esto no sería posible sino hubiera un pueblo cuyas calidades se escalonan hasta producir esas excelencias.

Nuestro territorio es maravilloso y bello. No es una selva hirsuta y húmeda, aunque un poco de eso hay. No es un desierto árido y ventoso, aunque bastante de eso hay. No es una montaña helada y dura, aunque tenemos muchas de ellas y sierras más bajas y variadas, con panoramas magníficos.

Y tenemos las pampas fértiles e inmensas, sobre las cuales vuelan o se estacionan nubes siempre distintas que se iluminan con diversas toanlidades de luz en magníficos atarderceres de llanura.

Esas pampas producen alimentos y pueden producirlos indefinidamente y en cantidades que sobran para alimentar a todos y para mandar alimentos a otras naciones.

El clima es templado y tenemos cuatro estaciones definidas. Esto tiene una saludable influencia cultural porque no estamos todo el año en mangas de camisa ni tentados de andar en traje de baño. Hay meses en que hay que abrigarse y hasta gozar de un buen fuego para calentarse.

Esto me hace acordar de un consejo de Alfonso X el Sabio, rey medieval de Castilla, que acaban de recordarme: "Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, contad viejas historias, tened viejos amigos".

Las charlas junto al fuego, ¡qué poderoso incentivo para la imaginación! Estoy pensando no sólo en una magnífica chimenea de una gran casa sino también en un modesto fogón de gauchos o de linyeras...

En fin, hemos tenido pocas guerras y las que tuvimos fueron pequeñas. Nada de esas horribles matanzas que ha visto la civilizada Europa, como la IIda. Guerra Mundial en la que fueron muertos 40.000.000 de seres humanos, por ejemplo.

Hasta nuestros izquierdistas, sacando lamentables excepciones, tienden más a reclamar la igualdad con las clases mejor abastecidas que a aplastarlas mediante una campaña de odio a sangre y fuego. Y en general, nuestros izquierdistas son, de puro cultos, medio "snobs", y si no me cree vea alguna vez la revista "Noticias", que es la favorita de la "intelligentzia" de izquierda. Tiene más noticias de fiestas y de bellas modelos que de actos de agitación marxista.

Y la arrogancia argentina, que tanto critican nuestros vecinos de América luso-española, no es por ignorancia torpe -lo cual sería un signo de estupidez y de incultura- sino conciencia del propio valor junto con una ingenua valoración del otro como un igual que no tomará a mal que uno se muestre como es, lo cual, cuando la valoración del otro es errónea, produce malentendidos y resentimientos.

Esta es, a brocha gorda, una evaluación de nuestra Patria con la que quiero expresar mi alegría de ser argentino. Dejemos la tristezas para otro día.

Lo más leído...

Característica carta de rechazo a "La Botella al Mar" y contestación en defensa de ésta

Teatro en el Senado como en el teatro: todos fingen y el país se hunde

El odio mal disimulado al catolicismo aparee en la prensa llamada "libre"