De la Rúa se juega por Cavallo y por lo que éste representa, pero no por la patria

Cosme Beccar Varela 

LBM #196

16/7/2001




La decisión tomada por el Presidente ayer domingo 15 de Julio del 2001, de ratificar y aplicar las injustas e impolíticas medidas propiciadas por Cavallo, me entristeció y me preocupó mucho. Todas las noticias y comentarios indican que "De la Rúa ató su suerte a la de Cavallo".

No podía ser más gráfica la descripción de lo ocurrido y tampoco más trágica. Cavallo es un personaje imprevisible e injusto, cuya salud mental es más que dudosa. El dijo de sí mismo que era "loco". (Ayer, después de una de sus peleas de conventillo, ésta con Avelín, gobernador de San Juan, descartó la necesidad de disculparse recíprocamente sosteniendo "que no tenía importancia. 'Los dos somos locos', dijo". "La Nación", 16/7/2001, pag. 6, 5ta. col.)

Atarse, pues, a Cavallo, quemado y en caída frente al pueblo, es más o menos como atar a un hombre vivo a un cadáver. El Presidente es el último resto de legitimidad que nos queda, muy frágil por cierto, en el cual se podría fundar una acción de gobierno como la que propuse el jueves 12/7/2001 en este diario.

Esa esperanza ha sufrido un rudo golpe con la pertinaz ratificación del error cometido por el gobierno.

La ceguera del Presidente es angustiante. Dijo, por ejemplo, "que el ajuste anunciado 'no es negociable' y apuntó contra 'los vivos que nos endeudaron'" ("La Nación", pag. 5, 1ra.col.)

¿No es Cavallo el principal de los "vivos que nos endeudaron", el más culpable, el más consciente de la barbaridad que se hacía? ¿No es hoy el que lo está llevando a este callejón sin salida? ¿Cómo pudo éste dejar de advertir el Presidente la notoria incongruencia en que incurre al pretender despegarse de la década infame menemista atándose, hasta la muerte, a uno de los "cadáveres" que vinieron en el cajón? Parece que intuye que esta alianza es mortal para él pues también dijo: "Doy la vida por esta pelea".

De la Rúa ha cerrado sus oídos a los consejos de quienes le consta que quieren el bien de la Patria. Que los haya cerrado para Alfonsin y su tropa de politiqueros de izquierda, me parece bien. Pero que no quiera ver otros horizontes, que un político ávido de popularidad como él (se la pasa leyendo encuestas de opinión sobre sí mismo), no se dé cuenta que este mal llamado "ajuste" es una brutal injusticia y una locura política, es algo que aturde por su irracionalidad.

¿A quién ha consultado, fuera de los politiqueros que lo rodean y de los asalariados de las finanzas internacionales? ¿Qué voces ha oído que no sean el vocerío de los adulones de las empresas, Bancos, Cámaras y diaristas? ¿Cómo puede saber lo qué piensa el país si no oye ni habla sino con Cavallo; Patricia Bullrich, pro-montonera devenida en empeñosa capitalista, oportunista que cambió de camiseta no sé cuántas veces y que volverá a cambiar cuando le cuadre; sus hijos, el pastor evangelista Lombardo; Mestre el promotor de suicidios en Corrientes; el súbitamente enriquecido Santibañes defenestrado tras el obscuro "affaire" de los sobornos pagados en el Senado; Colombo, un bancario convertido en político y que pasa por estadista, y otros por el estilo?

El viernes a la noche falló el esperado apoyo de los gobernadores peronistas. Esos gobernadores, actores de primera fila durante la década infame menemista ¡ ahora son los "sabios de Grecia"!

La comida que el Presidente tenía preparada para ellos, De la Rúa decidió comerla con sus hijos, algunos amigos de sus hijos(¡), Patricia Bullrich, Baylac y otros íntimos que la crónica no nombra ("La Nación", 16/7/2001, pag. 10).

Es inverosímil. ¿Por qué no aprovechó el Presidente ese respiro para consultar a otros fuera de su entorno y que no fueran recomendados por Cavallo ni pertenezcan al coro de los eternos adulones del poder?

Viene al caso una frase de Chateaubriand. Esperaba en antesala de Luis XVIII, recién restaurado el trono de los Borbones a la caída de Napoleón, cuando vió acercarse a Talleyrand y a Fouché, ambos regicidas, ministros luego de Napoleón, el primero famoso corrupto enriquecido bajo el Imperio, el segundo, asesino de miles de franceses durante el Terror, y ambos recién designados ministros del hermano del rey asesinado. Talleyrand, que era rengo, venía apoyado en el brazo de Fouché. Chateaubriand le dijo a su vecino: "Voilá le vice appuyé sur le crime" ("He ahí al vicio apoyado en el crimen").

No quiero con esto decir que a alguna de las personas mencionadas más arriba le quepan los calificativos de esta anécdota. Apenas vale el ejemplo para ilustrar que el Presidente, que tiene los vicios de la politiquería y de la abulia, trata de apoyarse en otros que tienen el primero de esos vicios más otros de superficialidad, pocos escrúpulos, deslealtad o simplemente, ignorancia profunda de los graves asuntos en los que se meten a asesorar. No es apoyado en los vicios de otros como el Presidente sabrá qué debe hacer en esta dramática emergencia en que vive el país.

De la Rúa, que se ha pasado los primeros 18 meses de su gobierno dudando y hesitando, de repente resuelve sacar pecho... para ofrecerlo a las balas. No es un acto de heroísmo: es un suicidio y no en aras de una causa noble, sino de los intereses crudamente financieros que sostienen a Cavallo contra viento y marea.

Esos intereses ni siquiera permiten que se consideren otras reducciones de gastos públicos, como las que propuse el 12 de Julio, a pesar de que son obviamente más justas y que producirían ahorros mucho más importantes que los que se obtendrían sacándole recursos alimentarios a los pobres.

Además, las medidas que propuse, aplicadas por un Gabinete de Crisis en el que no deben estar Cavallo ni ninguno de los actuales ministros, por ejemplo, le traerían una indudable y duradera popularidad. Mientras que éstas en que se ha embarcado, le traerán el odio del pueblo y servirán de palanca para la izquierda.

Lo triste es que el país tiene muchos recursos y la caída podría ser detenida. Estamos en una cesación de pagos provocada por la incompetencia de los responsables del gobierno pero no en quiebra.

Esta situación me recuerda dolorosamente la década de gobierno militar, cuando se aplicó el plan económico de Martinez de Hoz, maestro y modelo de Cavallo y se reprimió a la guerrilla sin formas legales. Era evidente que esos dos errores de los militares traerían como consecuencia inevitable, un fortalecimiento político de la izquierda. Y asi ocurrió hasta el punto que las Fuerzas Armadas han sido casi aniquiladas después de 1983.

Al igual que aquellas locuras militares, este "ajuste", tan injusto, tan torpe, tan insuficiente inclusive como solución económica, dará alas a la izquierda. No sería de extrañar que la Argentina se convierta en un caos de agitadores cortando rutas, acosando casamientos, plantando "escraches", haciendo manifestaciones, declarando huelgas y cometiendo otras violencias.

El país se puede tornar ingobernable. De la Rúa se verá obligado a reprimir las manifestaciones violentas con el agravante de que él mismo las habrá provocado con este "ajuste" inmoral, ofreciendo a la izquierda esta oportunidad tan a propósito. Es su deber guardar el orden externo y la paz civil y es de suponer que no dejará que la anarquía se apodere de las calles. ¿O tal vez sí lo permitirá, siguiendo su inveterada costumbre de no enfrentar a la izquierda? Y si reprime, ¿con qué policía lo hará? ¿Con la misma cuyos sueldos han sido rebajados por este "ajuste"?

Una injusticia no se debe cometer jamás, cualesquiera sean las ventajas políticas que se esperen al cometerla. En este caso, además, sus autores no conseguirán nada de lo que esperan. Cabe citarles a estos aprendices de brujos la cínica ironía de Talleyrand, un corrupto muy inteligente: "C'est pire qu'un peché: c'est une erreur" (Es peor que un pecado, es un error).

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