Cómo salir de la "convertibilidad" con justicia, antes de que explote

Cosme Beccar Varela 
LBM #161 
23/5/2001 


Es evidente que la convertibilidad, con equivalencia de un peso por un dólar, es un absurdo y lo fué desde el principio.

Es claro que un absurdo mayor es la hiperinflación que sirvió de disparador para ese sistema. Un país sin moneda no puede funcionar normalmente. Y una moneda sometida a una inflación galopante, causada por la emisión indiscriminada de billetes y el aumento disparatado del gasto público, no es moneda.

Con el agravante de que esa moneda tiene curso forzoso, es decir, debe ser aceptada en pago de las obligaciones a su valor nominal. Y la prohibición de comprar divisas para mantener el valor de lo ganado, impide ahorrar.

Lo del curso forzoso, había sido corregido en parte por la jurisprudencia que dispuso el ajuste monetario de los créditos.

Pero no era permitido comprar divisas, manteniéndose una ley de control de cambios que prohibía proteger lo ganado e imponía pesadas penas a quienes, en defensa propia, las compraran igualmente.

Este sistema era perverso porque perjudicaba especialmente a la gente común, con menos recursos para defenderse de la agresión del Estado.

La solución a este problema no era una equivalencia rígida de valores, establecida por ley, como la que impusieron Menem y Cavallo.

Supongamos que en vez de Menem y de Cavallo, hubieran estado en el gobierno hombres rectos y confiables en el sentido pleno de la palabra. Esos señores tal vez hubieran podido impedir la inflación atacando las causas de ella:

a) No emitiendo moneda sin respaldo.

b) Equilibrando el presupuesto del Estado.

c) Liberando realmente el cambio de la moneda local por divisas, con entrega inmediata o a futuro.

d) Crear un impuesto a los inversores del exterior en el mercado de valores, para desalentar las inversiones "golondrina".

e) Fomentar el ingreso de capitales para invertir en industrias, comercio y servicios a cambio libre.

Con estas medidas, esos señores que imagino, hubieran parado las máquinas de la Casa de Moneda, hubieran reducido drásticamente el gasto público a la exacta equivalencia de las disponibilidades originadas en impuestos justos y razonables, más el uso moderado del crédito y hubieran asegurado libertad de cambios, dando acceso a las inversiones genuinas.

Estamos suponiendo, repito, que gobiernan señores serios y honestos y que han establecido sólidamente un Estado de Derecho. Si esta condición no se dá, ninguna medida soluciona el problema de la moneda.

Tampoco lo soluciona la "convertibilidad" que adoptaron Menem y Cavallo en 1991 por ley 23928, aunque suspendió la apariencia de la inflación hasta el momento. Digo la "apariencia" porque, en realidad, la inflación continúa, como se puede ver por el aumento del precio de los bienes y servicios de consumo que ha habido desde 1991 hasta hoy. Y hará explosión en cualquier momento.

Cada peso se mantiene con un valor de cambio igual a un dolar pura y exclusivamente porque la comunidad financiera internacional resolvió "bancar" la aventura de la "convertibilidad". El país debió endeudarse por cifras astronómicas, muy superiores a las que puede pagar con sus $25.000 millones de exportaciones anuales, única fuente genuina de divisas.

Ahora se siguen tomando préstamos en forma irresponsable para que la rueda siga girando, las ruedas de la gigantesca "bicicleta" de los políticos y de los mega-empresarios y banqueros, socios en esta fiesta negra en que vivimos.

Cuando haya que pagar, cuando el "riesgo-país" haga imposible tomar nuevos préstamos, cuando "se sequen las pilas de todos los timbres que vos apretés" (como dice el tango), llegará la hora de la verdad.

Para esa fecha, los irresponsables como Cavallo, Menem, De la Rúa y sus amigos, ya estarán en otra cosa y el "muerto" tendrá que levantarlo el pueblo argentino o habrá que vender el cadáver del país al mejor postor. Si es que no se lo lleva antes el más fuerte...

¿Cómo se sale de este siniestro círculo vicioso?

Lo primero, PRIMERÍSIMO, sine que non, sin lo cual nada es nada, es tener un gobierno decente y capaz, que no lo tenemos. Porque si no es eso, cualquier medida que se proponga será usada para nuevos negociados y causará nuevas desgracias.

Suponiendo que lo tuvieramos, ese gobierno debería aplicar las medidas que digo más arriba, derogando la convertibilidad, pero agregar otras para la emergencia, que podrían ser las siguientes:

i) Reconstituir la deuda externa, reduciéndola a sus dimensiones reales, tal como lo propuse en el plan publicado en los Nros. 110 y 111 de "La botella al mar".

ii) Deberán analizarse las "privatizaciones" y su legalidad y limpieza, tanto en el proceso de compra, como en la fijación de las tarifas cobradas. Las irregularidades y lucros excesivos, serán revisados. La casi totalidad de esas empresas pertenecen a extranjeros (en apariencia) y ganan cantidades desproporcionadas con sus inversiones reales que pesan intolerablemente sobre la balanza de pagos del país.

iii) A los capitales "golondrina", puramente especulativos, se les darán incentivos para que se afinquen con emprendimientos nuevos y estables en el país. Los que quieran irse, deberán presentar un plan de retirada que deberá ser aprobado por el gobierno para impedir una estampida.

iv) Lo mismo servirá para las remesas de utilidades, incentivándose su reinversión.

v) La reducción de los gastos del Estado y de los impuestos será indispensable para liberar las fuerzas de la sociedad, aumentar la confianza y la capacidad de ahorro.

vi) Los servicios del Estado serán eficientes, expulsándose a todo funcionario, deshonesto, inepto o perezoso. Se establecerá un juicio de responsabilidad para los funcionarios, de tal manera que quienes hayan causado pérdidas al Estado o a los administrados por su deshonestidad o ineptitud manifiesta, deban indemnizarlas, sin perjuicio de su responsabilidad penal.

vii) El gran problema en esta inevitable salida de la "convertibilidad" es cómo impedir que los acreedores se perjudiquen con todo el impacto de la medida y los deudores se beneficien como contrapartida.

Creo que la ley de salida debe prever que esta diferencia se divida equitativamente por mitades: el perjudicado se indemnizará en la mitad de su pérdida, recibiendo la mitad de la ganancia de su deudor. Puede haber casos especiales en los que el Estado, responsable del desbarajuste "menemo-cavallista", deberá indemnizar.

viii) Habrá severas penas para el funcionario que, conociendo la fecha en que se tomará esta medida, lucre con esa información o haga lucrar a sus amigos.

Si esto no se hace, o algo parecido, la bomba de la convertibilidad explotará en las manos de nuestros hijos y las consecuencias las pagarán ellos y nuestros nietos. Lo cual es una injusticia y una cobardía.

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